martes, 22 de enero de 2013

Circo criollo Los túneles y el destructor El reciente viaje de la señora presidenta a diversos países con los que aún no hay un intercambio comercial importante (pero que seguramente lo habrá en el futuro, gracias a esta gestión), ha deparado, entre tantas cosas beneficiosas, una imagen que bien podría calificarse, ya mismo, de imborrable. Y es la que ha tenido como protagonista, precisamente, a la primera mandataria. La que, más allá de todo protocolo y dándose los cinco minutos de descanso que merece toda gestión de este tipo, se atrevió, como lo hacen los turistas que se llegan hasta Vietnam en tren de esparcimiento, no sólo a introducirse en uno de esos sórdidos túneles cavados por los guerrilleros del Vietcong, sino también a dejarse filmar. Y, en un gesto superlativo de audacia y coquetería, nada menos que sosteniendo sobre su cabeza, cubierta por un simpático gorrito, lo que sería la tapa de uno de los accesos a esos míseros pasajes que, huelga decirlo, no contaban con ducha ni excusado. Pero del estrechamiento de los lazos comerciales con los pagos de Ho Chi Minh, así como ha ocurrido con Angola y otras naciones señaladas por el olfato del inefable señor Moreno, la presidencia no sólo ha cosechado pedidos de almacén, yerba, dulce de leche y pilchas de marcas truchas, sino también un cúmulo de ideas que están a punto de implementarse. Precisamente, lo que para la mayoría de los que han visto esa foto de la presidenta sumergiéndose y luego emergiendo (afortunadamente), de un túnel cavado por el Vietcong, no ha sido sino motivo de sonrisa y de aplauso, o (si se trata de un envenenado antiK), de condena y vituperio, para el gobierno de la señora lo ha sido también de inspiración.. Porque aquellos túneles, los mismos que ayer cavaran y recorrieran los valientes vietnamitas del Norte en lucha contra el invasor yanqui, hoy son un mayúsculo atractivo para el turismo. Es decir, los tipos que llegan al país no quieren perderse de visitar esos sitios tenebrosos, en los que tal vez hayan perecido miles de guerreros y desde donde habrán provocado otro infinito número de muertos al enemigo. Y que hoy no son más –ni menos- que un factor importante a la hora de arrimar dólares a las arcas del Estado. Aquí, es cierto, ni se llevó a cabo una guerra de esa naturaleza, ni, por lo mismo, hay túneles que explotar turísticamente, salvo los de los subtes y, eventualmente, los de las mulitas en el campo. Los que, hay que reconocerlo, carecen de mayor atractivo pues no están unidos a ningún hecho heroico, salvo que se considere así el viaje en un subte completo, rumbo al centro, a las 7 de la mañana. Pero y aquí es donde cabe exaltar el ingenio argentino, su capacidad de improvisación y sus dotes para convertir los reveses en victorias. Todo el mundo sabe y no han faltado los que se han escandalizado por ello, que el destructor Santísima Trinidad acaba de irse a pique, no por ninguna acción del enemigo inglés ni de ninguna otra nación, sino simplemente por haberlo dejado sin mantenimiento durante muchos años; se oxidó, se le abrió un rumbo y se hundió. Ahora bien ¿qué es lo mejor que se puede hacer en estos casos? ¿Reflotarlo? ¿Venderlo como chatarra? ¿Dejarlo allí mismo hasta que se pudra, como los barquitos del Riachuelo? No, de ninguna manera. Y aquí es donde ingresa el ingenio argentino unido a la reciente experiencia presidencial en Vietnam. El Santísima Trinidad es, o era, un buque de guerra, con presencia efectiva en las Malvinas durante la invasión. Hoy se ha hundido. Pues bien, lo que hay que hacer entonces es propiciar el buceo de los turistas extranjeros en la panza de la nave, de modo que, como los que se introducen en los túneles del Vietcong, tengan una suerte de experiencia bélica y puedan llevarse a sus países un recuerdo de aquella gesta. Es decir que más allá del recuerdo del bife de chorizo, del paseo en bus por la ciudad, de la clase de tango y del punga que quiso “hacerles” la billetera y el telefonino, les quedará para siempre, en la retina y en la filmación casera, esta visita subacuática a la panza de un buque de guerra. “Maestro, dijo el reo de la cortada al tiempo de dejar la taza de café sobre el platito, qué suerte que los chinos esos nos abrieron los ojos. La verdad, que somos unos giles. ¿Usted sabe la cantidad, la millonada de dólares que nos perdimos por no haber sabido vender la pelea entre las hinchadas de canallas y leprosos? Y acá no son túneles vacíos con azafatas pintadas. Acá corren de verdad las piñas, las puñaladas, los tiros y la merca. ¿O no? Bueno, se consoló, por suerte nos quedan River-Boca, Sanlo-Huracán y Platense-Chacarita”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario