Circo criollo
La fiesta que
nos perderemos
Como un lamentable error debe
reputarse la decisión presidencial de viajar en un avión inglés para cubrir una
gira por diferentes países, a causa del temor de que una aeronave propia
corriese el riesgo de ser embargada por los miserables fondos buitre. Lo que
significa, clara y simplemente, que se ha echado por la borda toda la brillante
y productiva experiencia que acaba de arrojar el regreso de la fragata
Libertad.
Porque hasta el más
despistado de los criollos se relamería pensando en lo que podría llegar a
ocurrir en caso de que uno de esos bichos malos y desagradables, que siempre
andan detrás de los cadáveres, intentase embargar una aeronave nacional cargada
de altísimos funcionarios y que la justicia del país anfitrión le pusiera la
firma a ese pedido. Y que como consecuencia de ese atropello se retuviese allí,
por dos o más meses, como le ocurrió a la Libertad , no sólo al avión sino a todos sus
tripulantes.
Lo cual arroja dos escenarios
igualmente gratos. Uno, el de la presidenta y los funcionarios reunidos durante
todo ese tiempo, en la estrechez de una aeronave durante 60 o 70 días,
negándose a ceder ni un tranco de pollo. Y por qué no también, con reiteradas
salidas de la primera mandataria a la portezuela del aparato, para arengar a
las multitudes que estarán reunidas allí para escucharla reclamar por los
derechos de los argentinos y, acaso también, pidiendo por un coiffeur, una
depiladora y una manicura, vale decir tres auxiliares indispensables que ni siquiera
los fondos más buitres y caranchosos le pueden negar a una dama.
Ahora bien, si la estadía en
el territorio hostil prometía ser invalorable para los intereses del país y el
prestigio de quien encabeza sus destinos, cualquier hombre o muchacha de bien
se estremecería pensando en lo que podría llegar a ser el regreso de la
aeronave y de su tripulación, esto es, el segundo y mayúsculo escenario. El que
tendría lugar una vez que las autoridades del país secuestrador se convencieran
de que ya no la podrían retener más. Ya sea porque hubieran trascendido actos
de canibalismo dentro del aparato, por decisión de la justicia internacional o
porque ya no les fuera posible ni les resultara económico asistir a los
reclamos de cremas, tinturas, perfumes y desodorantes, pero también de yerba,
vino tinto y barajas que les harían los argentinos.
Y es a partir de la
previsible liberación de la aeronave, ya sea luego de 70 días, como la Fragata o de un tiempo más
largo, lo que sería aún mejor, que habrá que ir pensando en lo que puede llegar
a ser su retorno triunfal. No ya en Mar del Plata, que para este caso no sería
más que un destino menor, tampoco la
Plaza de Mayo, porque el Boeing no es fácil de maniobrar en
recorridos cortos, pero si en algún escenario mayúsculo, como la pampa húmeda,
el desierto de Atacama o la misma Antártida, donde las grandes celebraciones
son infrecuentes.
Pero donde sea allí irá el
fervor popular, llevado por miles y miles de ómnibus, lanchas, globos
aerostáticos y autogiros. Llenos todos ellos de kirchneristas sedientos de oír
la voz de la señora, que les había sido negada por los fondos buitres durante
tanto tiempo, y de proclamarla presidenta no ya por uno o dos períodos más,
sino simple y claramente eterna. El reo de la cortada de San Ignacio asintió.
“Maestro, dijo (y en su voz había cierto desaliento), yo no lo quiero desilusionar,
pero la señora, ¿vio?, parte de gira en un avión inglés y volverá… (y al llegar
a este punto apenas si se lo oía, porque en la garganta parecía que se le cruzaba
un sollozo) y volverá nomás, ni lo dude, también en un avión inglés.
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