martes, 28 de abril de 2015

Circo criollo UN DUO ESPECTACULAR

La Argentina es un país muy afortunado, ya que no sólo está viviendo un presente maravilloso sino que, a la hora de señalar figuras destacadas, de esas que lo tienen todo, carisma, simpatía, inteligencia, no tiene una sino dos realmente extraordinarias. Que se agregan, claro está, a las ya consagradas: la señora Presidenta y su hijo Máximo. Y aquellas no son otras que la vedette y bailarina Viky Xipolitaki (la griega) y el jefe de gabinete, Aníbal Fernández. Lo de Viky es maravilloso, aunque cabe tener en cuenta que a su talento lo ayuda también su bien trabajada figura que, vista de atrás, hasta podría calificarse de exuberante y pulposa. Pero lo del señor Fernández es aún mayor si se tiene en cuenta que nada lo ayuda: ni su porte, ni su lenguaje, ni su educación, ni su historia. Nada y, sin embargo, ha llegado a ser el Jefe de Gabinete de la Señora, así como Viky llegó al Bailando y la rompió. Sin embargo existen circunstancias, elaboradas por él mismo, que explican ese súbito empinamiento y la buena fama que se ha ganado en los medios oficiales donde, de ser uno más pasó, casi de un día para otro, a ser la figura, el irreemplazable, el tipo que todo lo puede. Y ese día no fue otro que el siguiente a la aparición del fiscal Nisman con un tiro en la cabeza. Porque cuando todo parecía reducirse a saber si había sido suicidio o asesinato (la Cristina se inclinó inicialmente por la primera de estas posibilidades) Aníbal, el más rápido de todos, el visionario, el que marca el camino, el que ve lo que va a pasar, no se detuvo en algo tan superficial como eso. Con sencillez, pero con una claridad digna del bronce o de participar, también él, del Bailando, dijo, luego de lamentar que el fiscal ya no estuviera entre nosotros, algo que nadie se había atrevido a decir hasta entonces. Pero que luego fue confirmado por quienes tendrían a su cargo la evaluación de lo que había dejado escrito el fiscal, Y que, para algunos malpensados, era el motivo que habían tenido para asesinarlo. Fernández, haciendo caso omiso de esas dramáticas circunstancias, que tan mal podían dejar al gobierno de la Señora dijo, así, simple pero rotundamente, como quien sabe de lo que habla, que el occiso, esto es, el doctor Nisman, debió haber estado borracho cuando escribió su lapidario informe sobre aquel viejo acuerdo con Irán y su vinculación con el atentado a la AMIA. Cuando el Aníbal dijo eso, era un ministro más del Gabinete de la Señora. En cambio hoy y no por casualidad, es el number one, ya que en tiempos tan tempranos como aquellos, cuando todo era barullo y hasta se temía que el deceso aún no bien explicado del fiscal y su despiadado informe, pudiesen poner en peligro al gobierno de la Señora, el Aníbal salió con su explicación ganadora y definitiva. Y desde entonces y seguramente no por casualidad, parece que ya importa menos si se mató o lo mataron. Lo verdaderamente importante es que el occiso debía estar en curda cuando escribió lo que escribió. ¡Si señor! Y por ende, vaya a saber en qué pasos andaría (minas, guita en el exterior, amistades non sanctas), cuando él mismo u otro (lo mismo da), optó u optaron por meterle el chumbo en la testa, aunque estuviera rodeado de custodios. Por eso y con toda razón, el Aníbal, un ministro más conocido por sus exabruptos que por sus aciertos, pasó a ser algo así como el Gardel del equipo de la Señora y el funcionario con mayores posibilidades futuras. Algo en lo que seguramente ni él mismo soñaba cuando se desempeñaba en su natal partido de Quilmes como intendente. Y mucho menos cuando debió huir del acoso de la Justicia escondido en el baúl de un auto. Pero así son las cosas en este país que, como se ve, está lleno de posibilidades, tanto para Viky Xipolitaki como para Aníbal Fernández. La primera por su físico espectacular y su desenfado inocente. Y el segundo porque no se dejó impresionar por la muerte del fiscal y fue directamente al grano, a lo que importa. Es decir, no es un gil, a él los muertos no lo asustan sino lo que dejaron escrito. El reo de la cortada de San Ignacio vació el pocillo de café, luego se tomó la ginebra de un sorbo (ese día seguramente había cobrado la jubileta) y, tras pensarlo un rato, le dijo al tipo que tenía al lado: “Maestro, qué tipo talentoso este Fernández. Y qué lástima que, cuando termine este gobierno, sólo le va a quedar la presidencia de Quilmes, que no va a salir campeón ni el día del arquero. Mire, si yo fuera Tinelli, ya lo estaría apalabrando para que fuera pareja de la Griega en el Bailando. Fija que esos dos, juntos, le llevan el reitin hasta quién sabe dónde”. El vecino de mesa, que estaba leyendo un diario, lo atajó, cuando el reo ya se había puesto la gorra y se preparaba para irse y le dijo: “Jefe, ¿vio lo que salió acá? La griega se muda a la torre Le Parc, donde apareció muerto el fiscal”. El reo detuvo por un momento su marcha hacia la salida del boliche y luego dijo: “Siga leyendo, maestro. Seguro que el que le salió de garante a la mina, fue Aníbal Fernández”.