domingo, 25 de agosto de 2013

Circo criollo LA ARGENTINA ÜBER ALLES Un extendido sentimiento de piedad y hasta de dolor se ha apoderado de los argentinos luego de saber, por boca de la señora Presidenta, que se encuentran, en lo que a crecimiento económico se refiere, por encima de canadienses y australianos. Porque es cierto, saberlo y nada menos que a través de la principal autoridad del país, puede resultar reconfortante y hasta sirve para apuntalar, un poquito más, el ya fuerte y probado ego de los criollos. Pero a poco que se piense este sentimiento, totalmente justificado y muy parecido al orgullo y hasta a la vanidad, cambia por este otro: la más tierna conmiseración. Y la razón de este sentir está más que clara. Porque, digámoslo de una vez: ¿qué significa haber relegado estadísticamente a estos dos nobles pueblos? Pues muy simple: que estarán peor de lo que nosotros estamos. Es decir que habrá mucha más gente durmiendo en las calles (lo que particularmente en Canadá debe resultar terrorífico), la inflación superará tal vez el 100%, los jubilados no tendrán ni para comprarse un bizcocho los días de fiesta, los caminos serán puro bache, a las veredas no les quedará una baldosa sana, cerrarán los comercios y los barrios se poblarán de manteros, habrá tal vez cientos de miles y aún millones viviendo de lo que encuentran en la basura, los ferrocarriles serán una suerte de tumbas rodantes y la escasez de divisas habrá derivado en una restricción espantosa para quienes, tratando de emigrar y dejar atrás tanta desventura, busquen alejarse de los países que los vieron nacer para radicarse en otros más prósperos y mejor gobernados, como, por ejemplo, el nuestro. Porque acá no vienen solamente senegaleses a vender chucherías, ni bolivianos (llamados cariñosamente bolitas), a plantar cebollas, ni se tienen abiertas las fronteras para los que deseen ingresar merca, sino que también lo hacen ciudadanos del supuesto Primer Mundo a compartir nuestras riquezas y, sobre todo, atraídos por los encantos de quien nos gobierna. Que no sólo lleva el país bien adelante, como lo demuestran las estadísticas del Indec, sino que con sus intervenciones por la cadena nacional provoca las carcajadas que tanto hacen por la buena salud de los seres humanos. Y eso en un contexto maravilloso, abundante de feriados, reducido en días de clase, multiplicado en empleados públicos e inusitadamente generoso con la clase pasiva que, con razón, venera su imagen y reza por que se cumplan sus deseos de una tercera y hasta una cuarta presidencia, si es que está dispuesta a sacrificarse por el bien de los argentinos (y si se lo permitiesen, también de canadienses y australianos), así como a postergar el disfrute de su exiguo pero bien ganado patrimonio. Aún no se sabe cuál será la reacción de los habitantes de esas dos naciones que han sido superadas por la Argentina, aunque se sospecha que sus autoridades se las han ingeniado para evitar que hasta allí llegaran las expresiones de nuestra Presidenta. Unos dicen que por el costo político que podrían tener y otros que por el costo en salud que podrían llegar a generar. Ya que se sabe que reír puede hasta ser saludable para el corazón, pero las carcajadas suelen dar origen a diversas complicaciones en el sistema nervioso, hasta el punto de provocar descargas inoportunas de intestinos y vejiga, derivar en abortos espontáneos y hasta ser causante de choques en cadena en rutas y calles urbanas, con su secuela de heridos, muertos y contusos. En consecuencia para mal (o bien), canadienses y australianos seguirán sin saber que han sido aventajados por los argentinos. Al tiempo que, enterados por los medios locales, alemanes, japoneses y suecos estarían al borde de un ataque de nervios, pues ya sienten el aliento de los argentinos en la nuca. El reo de la cortada de San Ignacio, luego de mirar hacia uno y otro lado, preguntó, en voz muy baja: ¿No será que bebe, que le da al trago? Y como le aseguraran que no, que ni una gota, entonces concluyó, apenas audible: Bueno, pero vaya a saber qué le ponen a la sopa en la Rosada, ¿no?

martes, 20 de agosto de 2013

Circo criollo ¡TODOS A LAS SEYCHELLES! La reciente derrota electoral del Gobierno de la Señora está siendo analizada cuidadosamente en la Rosada. El propósito es no repetir errores de modo que el tránsito hacia el tercer mandato vuelva a ser tan seguro y natural como lo era antes de este traspié. Y ya se ha concluido, a la luz de los resultados de las PASO, que se cometieron algunas equivocaciones, naturalmente de buena fe. Como el de cargar de favores y beneficios a distritos que, finalmente, resultaron totalmente ingratos, mientras que otros, resueltamente favorables al kirchnerismo, habían sido injustamente olvidados. En efecto, mientras la Capital Federal y buena parte del conurbano recibieron y reciben subsidios a manos llenas, no obstante lo cual respondieron con ingratitud a la hora de votar, otros, a pesar de sus claras preferencias por el cristinismo, fueron olvidados. En consecuencia ya se ha pensado que, acaso para las legislativas de octubre, pero con seguridad para las presidenciales de dentro de dos años, esta circunstancia cambie radicalmente. Y que la tarjeta SUBE, por ejemplo, mediante la cual se pagan chirolas por el transporte público, sea suprimida en los distritos contrera de la Capital y el Gran Buenos Aires y, en cambio, sea distribuida, con idénticas ventajas, entre los qom y los esforzados compatriotas que ocupan la base Marambio. Por lo que podrán hacer uso y abuso del transporte público cuando se les venga en gana, tanto en Formosa como en la Antártida. Pero también se sabe que esta decisión, más allá de su importancia, es insuficiente para cambiar el curso de las cosas y permitirle a la Señora aspirar a un tercer y, por qué no, a un cuarto mandato. Dado que el clima de la Rosada es el que mejor le permite superar sus problemas de salud y, además, allí se siente más cerca del finado, con el que suele conversar mientras toma el té de las cinco. En consecuencia ya tiene a sus colaboradores más fieles pensando en otras soluciones con vistas a las legislativas de octubre y las presidenciales del 15. Una de ellas tendría que ver con la incorporación masiva de empleados a cuenta del erario público. No obstante haberse superado el millón esto no ha sido suficiente para cambiar el curso de las recientes elecciones. Por lo que ahora a esto se agregaría, de manera gratuita o acaso por unas pocas chirolas si es que el hombre es adicto a la rula, la opción del viaje a las Seychelles. Tres días –pero que sólo contarían como 13 horas de ausencia en el puesto público que ocupe el favorecido- con todo pago, aeroplano y hotel, y el acceso a una cuenta bancaria cifrada. Esto aunque el fulano no disponga de una moneda, pero que le serviría para darse dique en la oficina y, acaso, levantarse alguna minita. “Yo, dijo el reo de la cortada de San Ignacio, al flaco Kirchner cada día lo admiro más. Qué lástima que ya se pasó para el otro lado”. Y como alguien quisiera saber el porqué de su admiración por el ex presidente, el reo le respondió: “Era un capo, jefe. El tipo tenía una cuenta en Irlanda del Norte y ni a su mujer se lo había dicho. Es que el Néstor se las sabía todas. Si se lo decía, ¡fija que la mina lo mangaba!”.

lunes, 19 de agosto de 2013

AMIGO DOCTOR, ADIOS A los jóvenes de hoy, si andan en moto con el casco puesto y evitan a los bandidos de gatillo fácil y pasados de merca, les cabe la posibilidad de vivir quince o veinte años más que sus padres y abuelos. Y esto no tanto debido al deporte, al chau pucho y a la comida sin grasas trans, sino a los asombrosos avances de la medicina. Cuyos recursos ya no se reducen a tomar la fiebre, medir la presión o sacar radiografías, y mucho menos a las lavativas, las ventosas y las sanguijuelas: hoy cuenta con un aparataje maravilloso. El que permite examinar al tipo por dentro y por fuera centímetro a centímetro, viajar por sus conductos arteriales como con un GPS, analizar escupitajos y sudores, revelar los secretos más íntimos de su sangre y llegar sin escalpelo a remover los agentes más perversos que puedan haber recalado en su interior. Pero como casi todas las cosas buenas, estos avances también han acarreado pérdidas. Que no se reducen, para el tipo que se jubile a los 65 a esta pregunta inquietante: ¿y ahora qué hago hasta los 80 o los 90? Porque lo que se ha perdido y parece ya irrecuperable, es el médico de familia. El que andaba de casa en casa del vecindario, ahí donde lo llamaba un afiebrado, una parturienta, un accidentado, un crónico o un tipo al que sólo le faltaba dar los últimos hurras. Y a los que acudía a ver provisto de un valijín (siempre negro), en el que cabían un estetoscopio, un tensiómetro, un termómetro y alguna cosa más, por si había que poner un a inyección, hacer un sangrado o vérselas con un forúnculo rebelde. Y era ese mismo tipo el que recibía a los pacientes en su consultorio, que estaba ahí nomás, de delantal blanco y estetoscopio colgando del cuello y con el que no se charlaba solamente de los males que afligían al paciente, sino también de política, de futbol, de los destinos de la humanidad o de la vecinita de al lado. Es cierto, aquel médico de barrio tenía muchos menos recursos que los que hoy pueden ofrecer al doliente los del hospital, del sanatorio o de la obra social. Y de allí que las vidas de sus pacientes fueran en general más cortas. Pero sólo los que han vivido aquella época y esta otra, pueden darse cuenta de las grandes diferencias que existen entre aquellos modestos maestros de la semiótica y estos médicos de hoy. Que más que fiarse del examen minucioso del doliente, como lo recomendaba Hipócrates, de averiguar cómo era su vida, qué comía o de dónde sacaba el agua que bebía, y sin esmerarse mucho en el palpado minucioso y cálido, en el diga treinta y tres, en el no menos famoso respire hondo y en el saque la lengua (sobre la que apoyaban una cucharita), prefieren volcar sobre el tipo un derroche de análisis y radiografías, resonancias magnéticas y tomografías computadas, de las que no puede ocultarse ni el más sibilino de los males. Un comportamiento que suele dar resultados exitosos pero que es de una frialdad de témpano. Pero acaso lo peor, en esta delicada materia, no sea lo que se está viendo hoy sino lo que está por venir. Porque es cierto, el médico de la familia, el de barrio, el que conocía al fulano desde muchacho y lo seguía, paso a paso y entre gripes y constipaciones, hasta que se hacía viejo, ya no volverá. Pero el problema, llegados a este punto de la relación médico-paciente, es que la cosa no se detenga aquí sino que sea aún más problemática. Y que el médico, finalmente humano, de carne y hueso, que hoy se ocupa de nuestros males, aunque una vez sea uno y mañana otro, sea reemplazado. Y no por otros facultativos, distintos pero indiferenciables, sino por algo tan impersonal como la pantalla de un ordenador. Desde la cual se nos diga que la cara que se nos pone delante, gracias al skype, es de un médico, un cirujano o un analista. Y que sea él, o sea ese rostro, quien, previo darle nuestros datos y el número de nuestra tarjeta de crédito, nos dará las indicaciones para medir nuestra temperatura, establecer cómo andamos del bobo o marcar el sitio en que nos duele. Entrevista que terminará, al fin y al cabo como hoy: con el dictamen de que, para saber realmente lo que nos pasa y asegurar nuestro restablecimiento, primero hay que pasar por el tomógrafo, la sala de rayos, el análisis de nuestras evacuaciones y nuestra sangre. Así se habrá extinguido para siempre el médico de barrio. Habrá corrido la misma suerte que Apolo, Asclepìo, Higiea y Panacea, los del juramento hipocrático y a los que los dolientes de hace 2500 años acudían en busca de sanación o meramente de esperanza y de consuelo. Pero aquel doctor amigo se perderá en la memoria con mucha menos pompa, acaso con la misma sencillez con que hoy los viejos se acuerdan de los bizcochos Canale, del traje con dos pantalones y de los helados Laponia.

TODOS Llamó a Juan. Llamó a Luis. Llamó a Marga. Uno no estaba. Otro permaneció callado. Ella ya había partido. Miró por la ventana. Allá abajo estaba el camino. Se largó a caminar. Y caminó, todo el día y toda la noche. Y siguió caminando. Y todavía más. Hasta llegar a un punto. Miró para atrás y no vio nada. Miró a un lado, a otro. No había nada. Estaba cansado, muy cansado. Se echó a dormir. A su lado creció un madero. Al cabo del madero, muy alto, letras, tal vez palabras. No alcanzó a saber qué decían. Pero supo qué decían. Allá estaba la multitud. Todos. Y también Juan y Luis y Marga. Todos y muchos más. No tuvo dudas. Había llegado.

lunes, 12 de agosto de 2013

Circo criollo ADIOS A LAS BUENAS MANERAS Parece mentira que gente grande haya celebrado, como lo hizo, el resultado de las elecciones del pasado domingo. Y que interpreten hasta como una humillación para el oficialismo el que haya sido derrotado en algunos distritos clave, como la provincia de Buenos Aires. Donde no alcanzó, para que las urnas le fueran benignas, ni siquiera la foto del candidato de la Cristina, el lomense Insaurralde, con el Papa. Lo que tal vez se deba a que el Santo Padre está íntegramente volcado a sacar campeón a San Lorenzo y no le queda tiempo para otros milagros. Pero lo que no advierten los opositores, lo que les puede resultar muy caro, es que en estas elecciones nadie ha ganado nada, salvo el Gobierno. Y no porque, como lo han dicho desde la tribuna y lo han repetido obedientemente los medios oficialistas, el partido mayoritario, sumando los votos recogidos en todos los distritos, sigue siendo el FPV. Una conclusión tribunera que ha tenido, como único pero sabio objetivo, evitar que, creyendo en serio que han perdido y que esto es el acabose para el oficialismo, los hoy K se pasen en tropel a las filas de la oposición y se transformen en fieles M, C, P o el que sea que apunte a ocupar el sillón del finado Rivadavia. Porque en estas elecciones nadie ha salido electo para cargo alguno; simplemente se ha sabido o confirmado quiénes irán de candidatos en octubre. Y qué chances tienen de llegar más arriba. En síntesis, que han mostrado sus cartas por lo que, a partir de ahora, esto pasa a ser un truco en el que el rival, esto es, los giles de la oposición, juegan con las cartas marcadas. Por lo que ya no importa si las orejean o no, si se pasan señas, si se hacen los pícaros cantando la falta con un cuatro o si fingen dudas al cantar truco, cuando el rival sabe que tienen los dos machos, el de espadas y el de bastos en la mano. En consecuencia es muy posible que lo peor esté por pasar y que, por añadidura, mareados por el triunfo, lo que se viene sorprenda a los opositores con el pingo maneado. Porque, seamos sinceros y claros por una vez en la vida: ¿alguien, adulto y en su sano juicio, puede creer que la Cristina se va a entregar mansamente y que de aquí a dos años dejará el gobierno para volver a Santa Cruz a cuidar a sus nietos (si es que para entonces ya hay más de uno)? Eso no se le ocurre ni al que asó la manteca. Ahora que saben que en octubre próximo y también en el 2015 tienen todas las de perder, no puede sino sobrevenir lo peor. Que de parte del Gobierno se acabe con eso de guardar las apariencias y de respetar la Constitución y se tiren nomás a la pileta de la perduración con lo que tengan a mano. Y que esto signifique ya sea darse el gusto de reemplazar la estatua de Colón por la de Juana Azurduy, como clausurar Clarín, terminar con los canales independientes, quedarse con Papel Prensa, imponer los jueces de la Corte Suprema, meter mano en todas las elecciones, instalar al finado en el lugar que hoy ocupa la pirámide de Mayo y poner a Fito Páez a dirigir en el Colón. “Y tiene razón, yo haría lo mismo”, dijo muy serio el reo de la cortada de San Ignacio. Y como alguien se sorprendiera por el comentario, ya que es un conocido boina blanca, se vio en la obligación de aclarar: “Pero claro, maestro, si yo tuviera la guita que tiene ella no me sacan ni a palos. Porque, ¿adivina qué es lo primero que va a hacer la contra si caza la Rosada? Si, meterle mano a las cuentas en Suiza, abrir las bóvedas y las cajas de seguridad, averiguar cómo hizo para tener un hotel en Calafate y casas aquí y allá, y también los arreglos con Lázaro Báez y Cristóbal López… En fin, que gobierne la oposición, podría ser… Pero que se metan con la guita no, hasta ahí llegamos. Porque sería lo mismo que meterse con la vieja. Y a la vieja hay que cuidarla. Y a la guita también. ¿O no?”.

martes, 6 de agosto de 2013

Circo criollo LA FOTO EQUIVOCADA La visita de la Señora al Sumo Pontífice en Río, acompañada por el intendente Martín Insaurralde, ha causado fuertes críticas de la oposición debido al uso electoral que el FPV hizo de ese encuentro. Sin embargo la bronca de los contreras no tiene, ni por asomo, la dimensión que alcanzó en las propias filas del oficialismo. Con sus buenos motivos, como podrá verse de inmediato. Porque la visita al Papa en compañía de un candidato K pagaba, por decirlo con una antañona expresión burrera, dos mangos, ya que esa foto podía significar el triunfo en las próximas elecciones, debido al apoyo de la grey católica. Pero se planteaba un problema; no podía llevar a todos los candidatos de su partido, tenía que elegir. Y eligió a uno, al intendente de Lomas de Zamora. Y precisamente de ahí, de esa decisión, viene la bronca. Porque, se preguntan todavía hoy en las filas K, ¿para qué llevar precisamente a este mozo, cuando le va tan bien en las encuestas gracias a su buena gestión municipal y al simple pero efectivo expediente de recordar que padeció un cáncer que lo dejó calvo y del que hoy está recuperado? Con sólo eso tal vez le alcance y hasta le sobre para superar a su rival, el intendente de Tigre, Sergio Massa. Al que sólo le queda, para conservar el liderazgo en el fervor popular, ocultar su buena salud y exagerar los padecimientos sufridos por un supuesto robo en su domicilio. Argumentos notoriamente inferiores y resueltamente menos dramáticos que los del lomense. Y esto sin contar con que se dice que el asunto del robo es trucho. En otras palabras y para explica mejor el disgusto de la muchachada K: ¿para qué llevar a este muchacho Insaurralde a ver al Papa y sacarse la foto con él, si las encuestas ya lo estaban dando con un caudal como para arañar un empate y hasta para imponerse a su rival? Así, en caso de triunfar, todos elogios habrían recaído en su brillante gestión municipal, en su tumor, en su felicísima recuperación y, por sobre todo, en la muñeca de Cristina. En cambio, de darse ahora, el próximo domingo, un buen resultado para este muchacho, ¿cómo evitar que todos digan que no fue ni por su gestión municipal, ni por el cáncer y menos por la Presi, sino gracias al jeringazo papal? Si, del Papa argentino, del hincha de Sanlo, el mismo que, hasta ayer nomás fuera, para los K, el insufrible cardenal Bergoglio. Cosa que no ha cambiado, por más que le regale escarpines brasileños para su nietito. Dicho de otra manera, esta visita al Papa de la Señora en compañía de Insaurralde, fue un desperdicio. Cuando, como lo dicen bien claro las encuestas, había otros candidatos a los que el viaje a la cidade maravilhosa en procura de la bendición papal, les hubiera venido realmente de rechupete, porque andan más caídos que un billete de cien. Y de allí la bronca que hay en el kirchnerismo. Donde, aunque ninguno abra la boca, no sea que después los persiga la AFIP y les pregunte de dónde sacaron la guita, saben muy bien quién podría haber sido el candidato ideal para acompañarla: Daniel Filmus, el tipo con menos chances de ganar en su distrito y el que, para peor, goza de una salud de fierro. ¡Ni caspa tiene el hombre! “Un momento –dijo el reo de la cortada de San Ignacio poniendo su gesto más serio-. Paren la mano. Al Papa sólo se le puede pedir un milagro por vez. Y primero, antes que cualquier otro, de que gane Filmus o de que la Cristina aprenda inglés, Francisco, como buen cuervo que es, tiene que sacar campeón a Sanlo. ¿O no?”