viernes, 25 de enero de 2013

Circo criollo La confusión de Mr. Cameron El tipo, el común de los fulanos, ese que veranea en la costa, que pone un peso debajo del plato cuando engulle los ñoquis del 29, el mismo que está convencido de que somos los inventores del dulce de leche y de los colectivos y cuyo pleonasmo preferido e inevitable es bolú, suele tener una idea más bien pobre de los que lo gobiernan y más bien alta de los que lo hacen en otros países. Lo mismo si se trata de Estados Unidos que de Brasil, de Mongolia Exterior que de Estonia. Y razón no le falta. Si algún día la Argentina apuntó a ser un país estrella en el firmamento universal, hoy semeja más bien un país estrellado en el pavimento urbano. Y la culpa, cuándo no, no se la echa cada criollo a sí mismo, sino a los que mandan, porque han sido y son unos inútiles, cabezotas, chorros, despistados, giles y… bolú. Sin embargo tal vez haya llegado la hora de revisar esos conceptos, por más que ya estén adheridos al ser nacional. Porque en este mundo cruel en el que nos toca vivir se dan circunstancias que, por decirlo de algún modo, no encajan entre si. Es decir, no existe una correspondencia absoluta, como aparentemente se da aquí, entre dirigentes despistados o simplemente orates y la evolución del país y el bienestar de sus habitantes. Hoy mismo hay un ejemplo capaz de dejar con la boca abierta al más convencido de los criollos, ese que no tiene duda alguna de que el país está donde está a causa de quienes lo dirigen ahora y de quienes lo han dirigido durante los últimos 80 años. Porque Gran Bretaña, vaya por caso, luce, al lado de otros países del Viejo Mundo –España, Grecia, Portugal- con una galanura y una fortaleza envidiables. En lo que mucho tiene que ver su fidelidad a la libra (aunque esta ya no sea lo que fue) y al buen empeño de los que se han alojado en el 10 de Downing Street. Aunque precisamente de esto último, de la capacidad y las entendederas de su primer ministro es algo de lo que, hoy, puede dudarse. Porque véase este fenómeno: Gran Bretaña no sólo tiene abroqueladas las islas Malvinas (las nuestras), con soldados armados hasta los dientes y aviones que inspiran miedo de sólo mirarlos, sino que además, como si esto fuera poco, su primer ministro, David Cameron, le está pidiendo ayuda a Francia para que, en caso de conflicto con la Argentina, intervenga también con todas sus fuerzas, como los ingleses acaban de hacerlo con los franchutes en el caso de los disturbios en Mali. Y acá sólo caben dos posibilidades: 1) que el señor Cameron se esté pasando de vivo y agrandando lo que no puede ser sino minúsculo esto es, la posibilidad de que la Argentina vuelva a invadir las islas, al solo efecto de probar a los vecinos del otro lado del canal; o 2), y ya sería más que preocupante, que no lea los diarios. Porque si los leyera se habría enterado que hace muy pocos días se hundió en Puerto Belgrano un destructor de la Armada, y no por un torpedo enemigo, ni por una explosión de la santabárbara, sino simplemente por falta de atención y mantenimiento. Tal vez se le haya picado el casco, se le abrió un rumbo y chau, ¡a pique! Pero eso no es todo. Porque el ministro del área, haciendo el mismo papel que los maridos engañados, fue el último en enterarse y además declaró que de barcos, lo que se dice de barcos, no sabe nada. Ahora bien, en tren de disculpar al señor Cameron, ya que su ignorancia sobre la situación de los criollos en materia militar es rara (no vaya a ser que se le ocurra atacar el Obelisco, confundiéndolo con un engendro misilístico), acaso este exabrupto se deba a una imagen que le haya llegado a través de alguna hoja impresa o de la TV. Y que la foto de marras no sea otra que la que ha causado tanta gracia en su propio país, esto es, la de la presidenta de los argentinos, vestida como un guerrero del Vietcong y saliendo, sombrerito al tono incluido, de uno de los túneles cavados por esta fuerza legendaria para combatir a los yanquis. Y, asociando una cosa con la otra, Cameron haya supuesto que ya hay argentinos haciendo túneles debajo del mar para llegar a las Malvinas. No señor Camerom, la señora presidenta simplemente estaba haciendo una tregua turística a su reciente y cansador viaje a distintos países, incluido Vietnam, que no tuvo otros propósitos que los comerciales. Y de allí esta foto tan graciosa. “Pero claro, maestro, confirmó el reo de la cortada de San Ignacio. Lo que pasa es que este sujeto no sabe que si la Cristina hubiera visitado Escocia, se hubiera puesto esa pollerita de colores con que andan estos ridículos. Y si hubiera ido al país vasco fija que se sacaba una foto con una boina negra. Ahora, lo que no se –dijo el reo y adoptó un aire pensativo- es cómo va a hacer si visita Afganistan. Porque allá las minas andan con esa cosa, el chador, ¿no?, que no te deja ver ni los ojos”. Y luego de hacer una pausa y tomar un sorbo de café, agregó. “Y bue… en una de esas sale más favorecida”.

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