miércoles, 6 de febrero de 2013

Circo criollo - El kirchnerista anónimo

Circo criollo 

El kirchnerista anónimo

A un conocido periodista de radio y TV, poco complaciente con el gobierno y hasta tal vez duro con la señora, le acaba de ocurrir algo  inesperado. Entró a un bar, dispuesto a consumir una gaseosa y un sándwich, se sentó, esperó que lo atendieran y cuando lo hicieron, allí mismo sobrevino la sorpresa. Porque en lugar de servirle lo que pensaba pedir, el mozo le dijo que debía irse porque allí, en ese bar, era persona non grata debido a su posición adversa al gobierno. Por lo que el hombre debió levantarse y dirigirse a saciar su hambre y su sed a otro boliche menos kirchnerista que el que le había deparado el azar. Pero lo más lamentable de este episodio es que el periodista afectado por esta negativa a causa de su posición política, no quiso decir dónde le había ocurrido tamaña experiencia, tal vez debido a su natural delicadeza. Pero si bien la razón que le impidió señalar el bar del que había sido expulsado, es respetable, no hay duda de que se trató de un error. Y no porque, como podría pensarse, así se evitaría algún otro periodista notoriamente “contrera” pasara por igual experiencia, sino por una razón mucho más profunda. El rechazo de los K a los que no comulgan con la señora ni con su política, ha sido por lo general estentórea. Se trató de escraches personales, pegatinas alevosas, calumnias desde los medios oficiales, insultos variados inscriptos en las paredes con derroches de aerosol, persecuciones nada sutiles por parte de la AFIP y agravios proferidos por algunos miembros del gabinete, elaborados con precisión profesional, como si se tratara de una parte natural (acaso la más importante) de su laburo. Y el denominador común de esta acción anticontreras, más allá del declarado kirchnerismo de sus protagonistas, es que, en todos los casos, hasta ahora, se trataba de acciones menos espontáneas que remuneradas. Porque con independencia de la sinceridad y el sentir político de quienes actuaban de esa manera, se encontraba, a poco de rascar en el hecho, a muchachos o funcionarios bien pagados, en los que su pasión oficialista corría cabeza a cabeza con el mantenimiento de un puestito o de un puestazo y la cómoda supervivencia dentro de la clase más favorecida. (O, en caso de no obedecer el mandato que venía de arriba, el despido, una jubileta prematura y tal vez también todo un futuro visitando los tribunales de Comodoro Py). Por eso es que se destaca del conjunto esta acción individual y hasta ahora, anónima, del barman que no quiso atender al periodista descarriado. Porque no sólo se trata de una posición personal del que allí manda o de los que allí trabajan, sino que se hizo con el sacrificio de una consumición. Dicho de otro modo: no atenderlo, echarlo del boliche, le significó al bolichero un ingreso menos, por lo que se ha dado el caso extraño de un kirchenrista absolutamente auténtico y, lo que es más raro aún, totalmente despreocupado por el dinero. Lo echó en nombre de su fe ultraK y perdió de ganar por idéntica razón. Es difícil que su ejemplo cunda entre los bolicheros kirchneristas porque, especialmente en la ciudad, eso podría llevarlos a la quiebra. Pero resulta hasta gratificante que, en medio de todo este despilfarro de guita que va a parar a los bolsillos de los leales, haya uno al menos que kirchnerea a su propia costa. Aunque cabe la duda: ¿no será que el tipo del bar esperaba cobrarse con la publicidad que le habría dado su gesto y que el silencio del periodista famoso le mató sus ilusiones? “Seguro –dijo el reo de la cortada de San Ignacio- el fulano esperaba que, después de esto el boliche se le llenara con los pibes de la Cámpora y que hasta Aníbal Fernández, DeVido y, por qué no, también la señora, pasasen por allí a tomarse un trago. Sin embargo, maestro, yo le diría que este bolichero kirchnerista anónimo tuvo suerte. Porque tal vez lo visitaran los pibes y los funcios ultraK pero, con lo mal acostumbrados que están, dudo mucho que le dejaran ni un cobre”.    ,

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