domingo, 30 de diciembre de 2012


Circo criollo

2013: ¿el año
de la yeta?

Nuevo año. ¿Alegría, cohetes, corchos que saltan y van a dar en el ojo de algún mamado? Si, así es para la mayoría, la que festeja, la que deja atrás lo malo que le pueda haber ocurrido y se prepara para pasarla bomba el nuevo año. Pero no, hay algunos que piensan que, como termina en 13, puede ser el año de la yeta. Sin embargo no fue así en 1913, cuando se inauguró el primer tren subterráneo, se concluyó un nuevo puerto y el ferrocarril llegó hasta Asunción tocando pito. En cambio un año antes se hundió el Titanic y el siguiente empezó la primera guerra mundial. Más, en 1913 la Argentina andaba sexta o séptima en el ranking mundial de las potencias, seguían llegando inmigrantes al país que daba gusto y el presidente de entonces, Roque Sáenz Peña, sancionaba la ley del voto secreto que iba a dar lugar, dos años después, a que don Hipólito se sentara en el sillón de Rivadavia.
Pero es precisamente esto último y no porque se corra el menor riesgo de que los radicales vuelvan al poder, lo que tiene preocupados a los que ven este año que se inicia como “yetoso”. Porque a quienes piensan de ese modo, a los pesimistas de siempre, les parece que el 2013 pude llegar a ser tan malo si la señora llega a perder las elecciones de este año  como si llega a ganarlas. Más aún, le tienen más temor a que la surtan de votos en contra a que mantenga el apoyo que le han dado las urnas.
Y en cierto modo tienen razón. Porque si le tocase ganar, ¿qué ocurriría? Se llevaría por delante a Clarín, si todavía no lo hubiera hecho, elevaría un monumento al finado a caballo en el predio de la Sociedad Rural, haciendo pendant con Garibaldi en Plaza Italia, decretaría que la inflación no puede ser de más del 2% anual, le quitaría el registro a Moyano, lo que lo inhabilitaría para ser líder camionero y se prepararía triunfalmente para un cambio de la Constitución que le habilitara un tercer mandato. Para regocijo de todos cuantos la secundan, la elogian y la aplauden, que contarían con otros cuatro años para vivir como bacanes y soñarse jóvenes rebeldes de los 70.
Lo peor sería entonces si pierde y cuánto más si, como lo desea la oposición más cerril y enconada, la derrota es por paliza. Porque en ese caso, ¿qué puede hacer la señora? ¿Esperar otros dos años para bajarse del poder y terminar sus días en El Calafate, dedicada a cuidar la memoria de Él y acaso rodeada de gatos o de perros?  ¿Cambiar de política y, sobre todo, de colaboradores, para darse una chance de llegar con resto al 2015, no como un pato rengo sino con posibilidades de ser reelecta 4 años después? No, nada de eso; sería más fácil que renunciara a Louis Vuitton, a Rolex, a la TV y al agua de Evian. Por eso el gran peligro que advierten los líderes de la oposición, para el caso de que las urnas les sean propicias, es otro, totalmente distinto y mucho más grave que sus representaciones televisivas, su temor a la prensa y su imitación de la actriz que la imita. Lo tremendo que puede llegar a hacer, la venganza mayor que puede tomarse del pueblo que termina siéndole esquiva, después de haberla puesto en la Rosada con millones de votos, es esta: que, tras los comicios adversos renuncie –para irse tal vez a París, donde están las mejores carteras y los zapatos más glamorosos- y deje en su lugar, alevosamente, con una sonrisa, con un rictus vengativo, acaso con un corte de manga subliminal, a su vicepresidente, Amado Boudou.
“Maestro, dijo el reo de la cortada de San Ignacio, sin dejar de mirar a las chicas que pasaban por la calle, yo creo en este muchacho Boudou y pienso que podría hacer una gran presidencia. Con que solo emplee la mitad del ojo que tiene para las minas en gobernar, termina la presidencia llevado en andas y como candidatazo para el 2015”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario