jueves, 27 de diciembre de 2012

El final del imperio



Circo criollo

El final del
imperio


Ya no son necesarias más pruebas; que cesen las teorías, los pronósticos, que se callen lo mismo quienes están a favor que cuantos están en contra, los pro y los anti, quienes lo aman por Hollywood y quienes lo detestan por el mismo motivo. Digámoslo de una vez: el imperio norteamericano está frito, su decadencia es imparable y sus días están contados. El país más poderoso de la Tierra, el que primero hizo pie en la Luna, el que explora Marte como si se tratara de su patio trasero; la nación que ha hecho de la Coca y de la hamburguesa el ideal de todos los niños gordos y flatulentos del orbe, el de los jeans y las barbies, acaba de tocar fondo.
Porque, en tren de encontrarle razones a la sinrazón, hasta puede entenderse que en un país que se auto complace con su papel de gendarme universal; que por un quítame de aquí esas pajas es capaz de invadir un día Vietnam y al siguiente Irak; que amenaza a quienes lo amenazan con la bomba atómica y los misiles de larguísimo alcance con hacerlos puré en un santiamén; que interviene hoy en Afganistán como ayer lo hizo, a piacere, en Centroamérica y como mañana acaso pueda hacerlo donde se le ocurra; que ha participado de las dos últimas guerras mundiales y que su contribución ha sido decisiva para la victoria de los buenos, y que, además y acaso sobre todo, ha hecho del western y del bandidaje urbano, a través de Hollywood, el gran cultivo de héroes del Rémington y el revolver al cinto, no es raro que allí mismo ocurra lo que ocurrió. Esto es que no una, sino muchas veces, un loco, empuñando una metralleta, pero podría ser también un misil o un lanzatorpedos y sin más motivo que su desvarío, haga una masacre en una escuela, en un teatro o en el vecindario.
Pero lo que es verdaderamente revelador de que el imperio está dando las últimas boqueadas, no es la fragilidad del dólar, ni la sombra amenazante de China. Lo que está revelando que esta circunstancia se aproxima inexorable, que se viene su Waterloo, su caída del muro, la rebelión de las masas, es la solución que, aparentemente en serio, se analiza para frenar a estos locos de la metralleta.
Porque acaso en cualquier otro lugar del orbe en el que ocurrieran casos parecidos, tal vez se podría pensar en diversos remedios para que las armas que empuñan estos dementes, no sean de tan fácil acceso, o para que cuando adquiera alguna uno de estos tipos con la garantía vencida, se enciendan todas las luces de alarma y alguien se encargue de seguir sus pasos y vigilar sus aprestos asesinos.
Pero en cambio de eso, en el otrora gran país del norte se ha llegado a proponer que, no para evitar los ataques, pero si para amenguar o prevenir  sus consecuencias letales, en colegios y en cualquier otro sitio público en condición de ser agredido por un colifato de estos, quienes podrían ser sus víctimas se armen como si estuvieran, hoy, en el far west,  rodeados de indios cazadores de cabelleras. De modo que profesores, maestros y hasta alumnos, se encuentren en condiciones de repeler al agresor no bien ingrese con un arma. Por lo que todos, grandes y pequeños, de instituciones pasibles de ser agredidas y victimadas por estos dementes, deberían acudir a ellas con sus respectivos pistolones o ser provistos de ellos no bien cruzaran las puertas. Y ya que estamos, también de cascos, cotas de malla, espadines de filo, contrafilo y punta, más, acaso y por las dudas, bombas Molotov, arcos y flechas, puñales y demás repertorio asesino y letal.
En resumen, allá, en el Norte, en el imperio, se ha perdido la cabeza y eso no puede significar sino el principio del fin. Luego de que todos estén armados ¿qué puede llegar a ocurrir? ¿Invadirán al vecindario, como solían hacer antes? ¿Ya no dejarán vivo ni siquiera al último mohicano? ¿O se exterminarán entre ellos, un mediodía, a la hora de Yuma?
El reo de la cortada de San Ignacio terminó su café, se metió en el bolsillo la sacarina que no había ido a parar allí y exclamó satisfecho: “Cuánto me alegra, maestro, vivir hoy en la Argentina. Al menos aquí a los únicos a los que quieren liquidar es a los jubilados con la mínima”.      

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