Circo criollo
El final del
imperio
Ya no son necesarias más
pruebas; que cesen las teorías, los pronósticos, que se callen lo mismo quienes
están a favor que cuantos están en contra, los pro y los anti, quienes lo aman
por Hollywood y quienes lo detestan por el mismo motivo. Digámoslo de una vez:
el imperio norteamericano está frito, su decadencia es imparable y sus días
están contados. El país más poderoso de la Tierra , el que primero hizo pie en la Luna , el que explora Marte
como si se tratara de su patio trasero; la nación que ha hecho de la Coca y de la hamburguesa el
ideal de todos los niños gordos y flatulentos del orbe, el de los jeans y las
barbies, acaba de tocar fondo.
Porque, en tren de
encontrarle razones a la sinrazón, hasta puede entenderse que en un país que se
auto complace con su papel de gendarme universal; que por un quítame de aquí
esas pajas es capaz de invadir un día Vietnam y al siguiente Irak; que amenaza
a quienes lo amenazan con la bomba atómica y los misiles de larguísimo alcance
con hacerlos puré en un santiamén; que interviene hoy en Afganistán como ayer
lo hizo, a piacere, en Centroamérica y como mañana acaso pueda hacerlo donde se
le ocurra; que ha participado de las dos últimas guerras mundiales y que su
contribución ha sido decisiva para la victoria de los buenos, y que, además y
acaso sobre todo, ha hecho del western y del bandidaje urbano, a través de
Hollywood, el gran cultivo de héroes del Rémington y el revolver al cinto, no
es raro que allí mismo ocurra lo que ocurrió. Esto es que no una, sino muchas
veces, un loco, empuñando una metralleta, pero podría ser también un misil o un
lanzatorpedos y sin más motivo que su desvarío, haga una masacre en una
escuela, en un teatro o en el vecindario.
Pero lo que es verdaderamente
revelador de que el imperio está dando las últimas boqueadas, no es la
fragilidad del dólar, ni la sombra amenazante de China. Lo que está revelando que
esta circunstancia se aproxima inexorable, que se viene su Waterloo, su caída
del muro, la rebelión de las masas, es la solución que, aparentemente en serio,
se analiza para frenar a estos locos de la metralleta.
Porque acaso en cualquier
otro lugar del orbe en el que ocurrieran casos parecidos, tal vez se podría
pensar en diversos remedios para que las armas que empuñan estos dementes, no
sean de tan fácil acceso, o para que cuando adquiera alguna uno de estos tipos
con la garantía vencida, se enciendan todas las luces de alarma y alguien se
encargue de seguir sus pasos y vigilar sus aprestos asesinos.
Pero en cambio de eso, en el
otrora gran país del norte se ha llegado a proponer que, no para evitar los
ataques, pero si para amenguar o prevenir sus consecuencias letales, en colegios y en
cualquier otro sitio público en condición de ser agredido por un colifato de
estos, quienes podrían ser sus víctimas se armen como si estuvieran, hoy, en el
far west, rodeados de indios cazadores de
cabelleras. De modo que profesores, maestros y hasta alumnos, se encuentren en
condiciones de repeler al agresor no bien ingrese con un arma. Por lo que
todos, grandes y pequeños, de instituciones pasibles de ser agredidas y
victimadas por estos dementes, deberían acudir a ellas con sus respectivos
pistolones o ser provistos de ellos no bien cruzaran las puertas. Y ya que estamos,
también de cascos, cotas de malla, espadines de filo, contrafilo y punta, más,
acaso y por las dudas, bombas Molotov, arcos y flechas, puñales y demás
repertorio asesino y letal.
En resumen, allá, en el
Norte, en el imperio, se ha perdido la cabeza y eso no puede significar sino el
principio del fin. Luego de que todos estén armados ¿qué puede llegar a
ocurrir? ¿Invadirán al vecindario, como solían hacer antes? ¿Ya no dejarán vivo
ni siquiera al último mohicano? ¿O se exterminarán entre ellos, un mediodía, a
la hora de Yuma?
El reo de la cortada de San
Ignacio terminó su café, se metió en el bolsillo la sacarina que no había ido a
parar allí y exclamó satisfecho: “Cuánto me alegra, maestro, vivir hoy en la Argentina. Al menos aquí a los
únicos a los que quieren liquidar es a los jubilados con la mínima”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario