viernes, 21 de diciembre de 2012

la culpa es de Clarín


Circo criollo

La culpa fue
de Clarín


Los actos de vandalismo y el saqueo de shoppings y supermercados  a que hoy se asiste, han llamado la atención de todos cuantos habitan estas tierras generosas por dos motivos: uno, por la extrema gravedad de estos hechos, y otro, por su falta de correspondencia con el momento que vive el país. Porque, en efecto, las circunstancias extremadamente graves que se vivieron, por ejemplo, en el epílogo de las gestiones de Alfonsín y De la Rúa, justificaban, hasta cierto punto, que las hordas vandálicas se apropiaran de calles y paseos, se introdujeran en los comercios para saquearlos y hasta arriesgaran sus vidas haciendo frente a  la Federal. Pero hoy la situación es notoriamente distinta. No sólo quien lleva las riendas del país lo hace con gran idoneidad y derrochando simpatía, sino que la situación del pobrerío se ha tornado inmejorable a través del pleno empleo, la asistencia generosa a los más desvalidos, el derroche de fondos y privilegios sobre los ancianos jubilados y el sinfín de beneficios de que disfrutan todos los habitantes de la Nación, con independencia de su condición social y su color político (ya que, aunque parezca inverosímil, aún hay contreras). Y si todavía se ve a gente durmiendo en las calles en ello no le cabe responsabilidad alguna al gobierno nacional, ya que una encuesta realizada por el Indec ha demostrado, fehacientemente, que la culpa es toda del gobierno de la ciudad y. más particularmente, del señor Macri. Que al no haber renovado, como debería, el mobiliario urbano, hoy no se sabe dónde para el 15 ni el 96, ni ninguna línea de buses, así como no se tiene certeza alguna  acerca de cómo se llaman las calles, lo que ha provocado que muchos vecinos y hasta gente de posibles, no atinen a regresar a sus confortables viviendas y, vencidos por la impericia municipal, se hayan visto compelidos a tender unos colchones viejos y mugrientos en las veredas y pernoctar allí mismo, a la intemperie.
En resumen: si no hay razón alguna para el saqueo y el vandalismo, ¿por qué se produjo esta vez? ¿Acaso fue la CGT de Moyano? ¿O habrá que atribuirlo a la profecía maya? No, para nada. Hoy todas las sospechas y, más que eso, las evidencias, apuntan a un solo culpable, el de siempre: a Clarín. Y la razón está a la vista. Este diario, así como sus canales de TV y otros medios opositores (que todavía los hay, aunque parezca mentira), se han cansado, este fin de año, de multiplicar sus páginas con avisos tentando a la gente a comprar, no ya un salamín picado grueso para amenizar el vermú, ni un churrasquito de paleta para poner en la plancha, sino todo un repertorio, casi obsceno, de  plasmas de infinitas pulgadas, telefoninos que hasta sirven para hablar por ellos,  computadoras que caben en la palma de la mano y otro montón de cosas de la última tecnología, capaces de tentar al más indiferente de los varones. Y dada la aún incomprensible penetración de ese y otros medios del capitalismo mendaz en la población nativa, aún en la más camporista y consustanciada con él, es que se producen esos brotes de ferocidad consumista, capaces de arrasar, como lo han hecho, con el shopping más endomingado y hasta con el más chino de los super de barrio. Es decir, para darle punto final a esta explicación, que este fin de año hubiera sido tan calmo y feliz como lo sugiere la adhesión universal e  incondicional al modelo, si no hubiera sido por la presencia nefasta de éste y otros medios generadores de un bien calculado vandalismo. Pero tranquilos, que esto, en el 2013, no volverá a ocurrir.
El reo de la cortada de San Ignacio estaba en  el Margot revolviendo la sacarina de su café y hablando solo. Un parroquiano se le acercó preocupado y le preguntó qué le estaba pasando. “Nada, maestro –le respondió el reo, pero sin poder ocultar su nerviosismo-. Es que todavía me queda un billete de cien mangos de la jubileta, y justo uno con la cara de Evita, y no se qué hacer. Si ponerlo en un cuadrito, ir a Punta y hacer un zafarrancho en la rula o comprarme un pan dulce y una sidra”. Pero antes de que su compadre le respondiera, como si de golpe le hubiera caído la ficha, se levantó de su asiento y le dijo, mientras enfilaba para la puerta: “Si, ya se, maestro, no me diga nada, me voy rajando al súper antes de sólo me alcance para el pan dulce”.

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