martes, 26 de marzo de 2013

Circo criollo LOS FONDOS BUITRE NO TIENEN PERDÓN Los fondos buitre son, hablando mal y pronto, una porquería. No sólo porque los tipos piensan sólo en el dinero, sino porque en su afán de recuperarlo no dudan en recurrir a cualquier arbitrio, hasta el punto de hacer intervenir a ese juez norteamericano, Griesa, con cara, pobrecito, de sufrir cólicos y otros achaques terribles. Tampoco se les puede perdonar que hayan intentado embargarnos una fragata. Y mucho menos que la Presidenta de todos los argentinos se haya visto forzada a dejar el avión presidencial en Marruecos, para proseguir su reciente viaje a Roma en un jet privado, manejado vaya a saber por quién, por temor a que también se lo incautaran no bien aterrizara en el aeropuerto de Fiumicino. Es decir que a la afrenta, producto de una angurria sin límites, se sumó, en este caso, la angustia y el bochorno, ya que no es lo mismo que la Cristina llegue a la Ciudad Eterna en su propio Boeing, que bajarse, con riesgo de que se le corran las medias y se le planche el peinado, de un cachivache alquilado en África. Pero acaso lo peor, lo que más indigna de esta insistente y descarada pedigüeñez, es que no hayan hecho una pausa, algo así como un minuto de silencio, una tregua, en su afán escandaloso por recuperar unos miserables miles de millones de dólares, cuando el país y, más que eso, su Gobierno, acababa de ser bendecido, desde lo más Alto, sin intermediación alguna y sin pagar peaje, con la designación de un vecino de Flores e hincha de los cuervos, nada menos que como Papa de 1200 millones de católicos. ¿Si eso no es codicia y codicia de las peores, de qué otro modo puede llamársela? Muchachos, habría que decirles a estos fondos buitre, la guita no es todo en este mundo. Paren la mano un cachito que todavía tenemos que disfrutar un buen rato a este muchacho Bergoglio. Que toma mate, como nosotros, que es sencillo, como algunos de nosotros, que viajaba en colectivo, como otros y que se ocupaba de los pobres, vaya a saber como quién. Es decir condiciones fantásticas, ahora que está en Roma –y que sea por muchísimos años- que lo ponen allá arriba, tal vez por encima de Messi y, exagerando un poco, cabeza a cabeza con El Eternauta que vino del frío. Pero si la insistencia de esta gente por cobrar es perversa y obsesiva y no se da tregua ni aún ante una circunstancia tan impar, como la del Papa criollo, también es cierto que parte de la culpa acaso la tenga el Gobierno. No, desde ya, la Señora, sino sus bien pagados consejeros. Que no han advertido que hay una forma mejor de convencerlos de que paren la mano con sus reclamos, que diciéndoles que son unas malditas aves carroñeras. Y esta forma, como está bien a la vista de todos, no es otra que invitándolos a visitar el país. Que no solo es hermoso de norte a sur, sino que además les ofrece la ventaja del dólar blue, de los precios máximos en los súper, de los pintorescos piquetes interrumpiendo el tránsito donde menos se espera, de la aventura inigualable que depara viajar en los ferrocarriles urbanos y de las maravillas del clima de la ciudad Capital, de lo que dan testimonio los miles de tipos que hoy prefieren dormir y comer en las calles, en lugar de hacerlo en sus magníficas propiedades. “Yo le tengo simpatía a ese juez yanqui”, dijo el reo de la cortada de San Ignacio. “No me diga que usted está de parte de los fondos buitre”, lo increpó en el Margot un tipo con cara de muy malo. “No maestro –se apresuró a tranquilizarlo el reo, algo asustado-. Lo que pasa es que el tipo me cae bien. ¿Y sabe por qué? Se lo voy a decir: porque tiene toda la pinta de un jubilado criollo con la mínima. ¿O no?”

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