domingo, 10 de marzo de 2013

Circo criollo LA ENFERMEDAD QUE NO CESA La sospecha de que el cáncer que llevó a la tumba al comandante Chávez le fue ocasionado, de algún modo tan secreto como perverso, por el imperio, no es una idea antojadiza que se le haya ocurrido porque sí nomás al presidente Evo Morales, de Bolivia. Que a un hombre sano y joven, como el Comandante, le haya brotado de golpe un mal tan terrible y definitivo, alienta esa sospecha, máxime cuando lo mismo le ha pasado a otros mandatarios latinoamericanos que no comulgan (y lo bien que hacen) con los mandatos de Washington. Pero lo terrible de esta situación es que no sólo tumores andan esparciendo los yanquis y sus cómplices por estas tierras. Y un caso que confirma este supuesto es, precisamente, la Argentina. Donde la Señora, por fortuna, no padece ningún mal terrible que permita temer un pronto desenlace, pero que igualmente se ve aquejada, tanto ella como sus colaboradores, por un extraño mal que no puede sino ser inducido desde el exterior para causar daño a esta república latinoamericana y rebelde. Porque, en efecto, sólo de un alto grado de enajenación, inducido con artería por algún agente maligno venido del exterior, puede provenir la sarta de disparates, que desafían no sólo las leyes sino el más que simple sentido común, que se han venido manifestando en los últimos años, confundidas como medidas o propuestas de gobierno. Y no cabe ya hablar de aquel legendario tren bala que habría de unir la Capital Federal con Rosario, que bien pudo haber sido nada más que una chanza; pero no puede decirse lo mismo, por ejemplo, de la alteración grosera de los índices de precios; de la pretensión de aumentar el comercio con Angola llevándole una réplica de La Saladita; de la fundación de una agrupación partidaria juvenil y revolucionaria denominada La Cámpora, cuando el finado era acaso el más obediente de los servidores del General, que solo usaba la izquierda para empuñar el tenedor; o de este intento de dilucidar por fin el caso de la AMIA, enviando a Teherán una delegación presidida por el ministro Timerman, cuando se sabe que los presuntos autores del atentado son funcionarios y que quien preside Irán no sólo niega el holocausto sino que está empeñado en destruir Israel de la peor manera posible. Y por no abundar en más pruebas de la sospechosa enajenación que embarga al gobierno de la Señora, acaso sea suficiente señalar el último engendro pergeñado por el ministro de Comercio: una tarjeta, única, es decir, que se termina con todas las demás, emitida exclusivamente por el Banco de la Nación, para hacer las compras en los supermercados, como un medio aparentemente infalible para controlar la suba de precios. Y que, de paso, va a reventar a los demás bancos. Si a todo esto se agrega que parece creerse, en serio, que terminando con el predominio de Clarin en los medios gráficos y audiovisuales, la Argentina se convierte en el paraíso sobre la Tierra, el kirchnerismo en la fórmula del éxito de aquí a la eternidad y los Kirchner en una dinastía como la de los faraones, no puede menos que concluirse que un grave mal le ha sido inoculado, quién sabe por qué medios, a quien preside hoy los destinos del país. “Mire maestro –dijo concluyente el reo de la cortada de San Ignacio- si con todo el changüí que le está dando la Señora, la oposición sigue al garete, entonces habría que advertirles a los yanquis que pararan la mano con los microbios, porque no sólo están volviendo locos a los K, sino también a la contra”.

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