viernes, 5 de abril de 2013

Circo criollo LA PATRAÑA DEL MICRÓFONO ABIERTO El hecho de que haya trascendido que el presidente de Uruguay, José (Pepe) Mujica mencionara a la señora presidenta de los argentinos como “vieja terca” y a su marido, ya fenecido (y que por eso sólo ya merecería todos los respetos), de “tuerto”, ha sido atribuido a una desgraciada casualidad. El mandatario oriental se encontraba charlando con sus correligionarios en medio de un acto político y no advirtió que el micrófono empleado para dirigirse al pueblo se encontraba abierto. En consecuencia, lo que pudo ser un comentario, duro, pero de entrecasa, con otros políticos y funcionarios que lo acompañaban, se convirtió en un escándalo internacional. Sin embargo existen muy serios antecedentes, en las relaciones entre los pueblos argentino y uruguayo, que permiten deducir que la casualidad es el participante menos creíble de los que han intervenido en este feo episodio. Y aquí no valen solamente los antecedentes políticos, como el tratamiento de “ladrones” que tuvo para los argentinos otro presidente oriental o la peregrina idea expuesta también por un habitante de la Residencia Presidencial, de que iban a ser atacados por sus vecinos del Plata, por lo que mandó suspender la rueda de mate de su poderoso ejército y ordenó que se aprestaran a defender el territorio patrio. En realidad la pica entre ambos países viene de mucho más atrás y bien puede decirse que, en este contexto, la señora Presidenta, como su fenecido esposo (El Eternauta), no han sido más que los últimos destinatarios de un conflicto que lleva ya un montón de décadas. Y que podría derivar en cualquier momento, no en un episodio nuclear (ya que ninguna de estas dos potencias sudamericanas cuenta, aún, con la bomba), pero sí en una lucha a mano limpia y a pedradas, si es que la tropa llamada a intervenir no ha hallado sus fusiles o éstos sólo han sido provistos, por alguna distracción burocrática, con balas de otro calibre. Está muy claro entonces que si el señor Mujica se ha atrevido a llamar “vieja” a la presidenta de los argentinos –lo que conlleva el doble crimen del exabrupto y la falsedad-, este supuesto desliz, por no decir notable guarangada, debe inscribirse en el contexto de una pretensión uruguaya que viene de muy lejos y que, al no ser convalidada por los argentinos (por ser notoriamente falsa), genera en sus representantes un odio que les hace ver de un modo retorcido y canallesco, todo lo que les viene del otro lado del Plata. Y en efecto, como lo habrá deducido el lector inteligente, lo que no pueden digerir los orientales y de allí estos brotes supuestamente casuales de desprecio por las autoridades argentinas, es que aquí no se reconozca –simplemente porque no es cierto- que Carlitos Gardel era oriental. Es decir, que aquí no se crea y, más bien, se tome a la chacota eso de que proviene de una familia Escayola de Tacuarembó y que, tras otras patrañas, vino a desembocar, casi por casualidad, en el hogar de la señora Gardés, en el Abasto porteño. Pues bien, a causa de que aquí no se admite ni se admitirá jamás esta historia absurda y descabellada, ya que es notorio que Carlitos nació en Toulouse, Francia (que viene a ser el Tolosa de la señora Presidenta, lo que la hace muy cercana a Carlitos), hijo de Berta Gardés y de padre no tan desconocido (su apellido sería Lasserre), los orientales siempre se las ingenian y seguramente seguirán haciéndolo, para denostar a los argentinos y, sobre todo, a quienes los gobiernan. Como acaba de ocurrir, siendo esta vez el protagonista de los improperios el señor Mujica. Pero no importa, digan lo que digan sobre los criollos y sobre sus queridísimas autoridades, lo mismo ayer, que hoy o mañana, Gardel es y será francés y argentino. Y más argentino que franchute porque aquí fue donde se crió y se hizo famoso en todo el mundo. Y por eso, de agradecido, de porteño que era el francesito, jamás se le ocurrió decir que Montevideo era “la Reina del Plata”, sino Buenos Aires. Así como tampoco se le pasó por debajo de su cabellera engominada dedicarle unas endechas a Tacuarembó. Y tampoco a Pocitos ni a Punta. En consecuencia ¡aguante Presidenta!, que la cosa no es con usted sino con Gardel. “Mire maestro –dijo el reo de la cortada de San Ignacio- la historia del micrófono abierto a mi no me convence. Salvo –y aquí hizo una pausa- que Mujica no solamente tuviera el micrófono abierto, sino también una botella de medioymedio”.

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