miércoles, 17 de abril de 2013

Circo criollo EL GRAN DESCHAVE ARGENTINO Hoy en la Argentina se está en presencia de un gran escándalo desatado, cuándo no, por un periodista. Quien, con diferentes engaños, ha conseguido que un par de individuos, supuestamente vinculados con alguien muy cerca del corazón del lamentablemente fallecido ex presidente Kirchner, también conocido como Él o El Eternauta, reconocieran haber manejado algunos euros para ponerlos a buen resguardo en paraísos fiscales. En la maniobra, aparte de quien ya no puede defenderse, estaría involucrado un gran amigo de la familia presidencial, quien de haber sido un simple empleado bancario en la lejana y querida Santa Cruz, pasó a ser, supuestamente por la amistad que lo une a “la familia”, un potentado que envía paquetes de euros, medidos en kilos, a Panamá y otros destinos. Los que son bien conocidos por los magnates sudamericanos, inclusive, desde ya, los argentinos. Pero, por fortuna para estos, el vapor de la carrera no habla y también permanecen en silencio los bancos orientales. Pero mientras este asunto se aclara y, finalmente, queda demostrado que no se trataba más que de patrañas urdidas por los enemigos del régimen y, por añadidura, de la democracia, lo que queda de manifiesto es, por un lado, que el Gobierno exhibe una falla imperdonable y, por otro, que sus enemigos no conocen límites cuando se trata de demolerlo y, con ello, de terminar con la libertad de que hoy gozan los criollos. La falla, qué duda cabe, en especial frente a hechos como éste, es la demora en hacer aprobar la ley de medios, ya que sin medios sería imposible que se produjesen. Con la cadena oficial para los adultos y el Paka Paka para los pequeñitos la audiencia estaría más que bien servida y el país se hubiera ahorrado episodios tan desagradables y falsos como este que hoy nos ocupa. Pero lo que debe irritar a todo buen argentino no es sólo que se haya pretendido destapar un acto de corrupción claramente inexistente, sino que se ha pasado por encima de un principio que se cuenta entre aquellos con que, al menos en este país, no se juega. Uno, es la madre, que siempre es y será una santa, lo mismo en la Tierra que en el Cielo, si es que el Señor ha decidido llevársela consigo. Y el segundo es la guita. Lo que se ha intentado hacer con ese mozo Lázaro Báez y, por ende, con la memoria de El Eternauta y de su familia (uno de cuyos miembros y no por casualidad, ejerce la Presidencia), es francamente insoportable. Porque si el tipo, quienquiera que sea, se la ha sabido ganar, lo que corresponde hacer, al menos aquí, es felicitarlo y esperar que la próxima vez nos toque a nosotros. Pero nunca, jamás, señalarlo con el dedo y marcarlo como si fuera un bandido o, peor, un hijo desconsiderado. Por eso y acaso lo más triste de esta historia que seguramente tendrá un final feliz (es decir, el que irá en cana, como debe ser, será el denunciante), es la pretensión de vulnerar las mejores tradiciones patrias y pretender que la República transite por caminos por los que nunca anduvo ni andará, gracias a lo cual hoy se dispone de un nivel de vida que ya lo quisieran en Europa. Y además (y esto es muy bueno consignarlo hoy), se puede correr libremente por las calles de cualquier ciudad, lo mismo si es perseguido por un motochorro que por un policía, sin peligro de que lo sorprenda el estallido de una bomba, como acaba de ocurrir en Boston. “¿Sabe lo que pasa, maestro?, dijo el reo de la cortada mientras endulzaba su café con sacarina. A esta gente le ocurre esto por angurrienta. Y le digo más, concluyó con bronca, ojalá terminen todos en cana”. Y como alguien no se mostrara convencido y le pidiera una aclaración, agregó, mientras revolvía: “Pero claro maestro. Se la hago corta: nada de esto se hubiera sabido si estos fulanos, en vez de quedarse con toda la guita, hubieran ido al vamo y vamo criollo” ¿El vamo y vamo?, preguntó el otro. ¿Y que es eso?” El reo lo miró con lástima y luego de tratarlo de japonés le aclaró: “El vamo y vamo, jefe…. Un kilo de euros para mi, dos para el juez; un kilo de dólares para mi, medio para el periodista; cien kilos de pesos para mi, cien para la patrona…”

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