domingo, 11 de mayo de 2014

Circo criollo UN VALLADO MUY SOSPECHOSO Algo raro, muy raro, está ocurriendo en Plaza de Mayo. Si, en la plaza más antigua de la ciudad, la misma en la que, hace una pila de años, French y Beruti repartieron escarapelas y donde hoy ya nadie reparte nada, al menos gratis. En cambio, la inquietante novedad es que, casi en la mitad de la Plaza, se ha instalado un vallado como de dos metros de alto, compuesto por vallas negras de fierro, que van desde Hipólito Yrigoyen a Rivadavia. Pero no se detiene allí: avanza también sobre esta calle, deja apenas un hueco para que pasen ómnibus y automóviles y termina en la mismísima vereda del Banco Nación. Casi con seguridad y conociendo a los habitantes de la Rosada, allí se la instaló alguna vez en prevención de algún acto opositor y para que los manifestantes no pudieran llegar hasta el mismo despacho presidencial. Pero, ojo al piojo: ¿cuándo terminó ese acto, o lo que fuese, y por qué no la retiraron? Y es a partir de ahí que se suceden las preguntas … y las sospechas. Porque del otro lado de la valla, del lado del río, tal vez a menos de cien metros, allí suele encontrarse, los días que no está en El Calafate, la señora Fernández de Kirchner. Y los Kirchner, como bien se sabe, aman tres cosas, acaso sobre todas las demás: la guita, la seguridad personal y las propiedades. Y así fue que primero se enjaularon en la Rosada, rodeando el edificio de rejas. Pero además y casi al mismo tiempo, se apropiaron del primer tramo de la histórica calle Balcarce, obligando a los transportes que pasaban por allí a hacerlo por otro lado. Y, como si esto fuera poco, también se adueñaron de los terrenos de la contigua Plaza Colón. Pero la historia, como todos saben, no termina ahí. Ya que una vez dueños de esa plaza otrora para todo público, advirtieron que don Cristóbal Colón les caía mal y decidieron retirar su monumento. En lo que tal vez constituya el acto más justo de su gestión presidencial, ya que a causa de que este marino genovés inició aquella loca aventura en el puerto de Palos, los Kirchner y los Fernández hoy se hallan al timón de la República. Cuando, si sus tres carabelas hubieran anclado en la India, como pretendía, o se hubieran ido simplemente a pique, tal vez los destinos del país hubieran sido otros. Como por ejemplo, que hoy estuviéramos siendo gobernados por un ranquel o un querandí. Mejor o peor, vaya usted a saber, pero sin dudas con muchos menos impuestos y a salvo de La Cámpora. Pero volvamos a las vallas. Dados los antecedentes de esta gente, su pasión por apropiarse de lo que sea y ponerlo entre rejas, no sería de extrañar que esta subsistente división de la Plaza Mayor, tuviera menos que ver con el temor a un sitio de la Rosada por las fuerzas del mal, que con el propósito de quedarse también con un cacho de este lugar histórico. Pero además y entretanto, ¿qué es lo que está ocurriendo? Pues que, más allá del afeamiento del paseo, los cirujas que viven allí mismo o en los alrededores, les dan la utilidad que no tienen. Cuando lavan su ropa (acaso en la fuente donde aquellos manifestantes del 45 refrescaron sus pies doloridos), tienen que tenderla para que se seque. ¿Y dónde lo hacen? Pues en esas vallas horribles, a las que finalmente se les da un destino útil. Y de paso enriquecen el aspecto tercermundista del paseo y dan a los turistas que andan por allí, la magnífica oportunidad de tomar unas fotos espléndidas. Lo único que justificaría la permanencia en la Plaza de esos horribles vallados, sería que los servicio de Inteligencia (¿?) hubieran detectado que, efectivamente, se prepara un asalto a la Rosada. Y que, para dramatizar más la cosa, el asalto que se avecina lo llevará a cabo, no una partida de facinerosos comandados por la oposición y armados de cuchillos Tramontina, sino un ejército de subhumanos, provistos de un armamento sofisticadísimo, y a los que animaría un solo propósito: liquidar a cuantos se les pongan delante, abolir la República e instalar en la Casa de Gobierno no un nuevo Presidente, que ya no sería necesario, sino un despacho de café, choripanes y gaseosas. “Son todas macanas –dijo el reo de la cortada muerto de risa-. Mire si van a vender choris sólo con gaseosas. ¡Se funden en dos días!”

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