sábado, 5 de abril de 2014

Circo criollo PAPELONES HISTÓRICOS Los opositores y los medios que baten el parche por ellos, no se han cansado de criticar al gobierno por el tema de la cosechadora que se envió a Angola a cuenta de mayor cantidad, debido a que la firma que la fabricaba o trataba de hacerlo, hoy está cerrada, la sociedad en convocatoria y un escándalo se cierne sobre las autoridades. Es cierto, antes de subirla al barco, tal vez hubiera sido mejor probar, tocando algún botón del tablero o moviendo alguna palanca, si ese engendro andaba, antes de llevarla de acá para allá. Con todo lo que eso significa en materia de fletes, de embarques y desembarques de semejante mole y del consiguiente papelón ante las autoridades de ese país africano. Sin embargo es preciso señalar que no todo está perdido. Según versiones de buena fuente ya salió para Angola un ingeniero argentino, con rango diplomático y todos los gastos pagos para él y para dos auxiliares mecánicos de un desarmadero trucho, con la misión de poner en marcha la cosechadora o, en su defecto, de desarmarla y fabricar con ella otros artículos que podrían ser de gran interés para los pibes de aquella nación. Como, por ejemplo, trineos. Habiéndose calculado, sobre la base de los hierros que podrían ser de utilidad de la cosechadora, que podrían llegar a fabricarse hasta una docena de trineos e innumerable cantidad de patines también para deslizarse sobre el hielo, para regocijo de la muchachada de ese país. Por otra parte quien fuera responsable de esta fallida gestión comercial y causante de los enormes gastos que ha generado a la República, ya ha sido castigado por la señora Presidenta, para que esas cosas no vuelvan a ocurrir. Como se sabe, el señor Moreno ha sido destinado a un cargo irrelevante a miles de kilómetros de Buenos Aires, en la ciudad de Roma, capital de Italia. Vale decir que el señor Moreno, debido a los errores acumulados en su gestión como ministro –los que incluyen el desaguisado este de la cosechadora inmóvil- hoy los está pagando lejos de la Patria y lejos también del asado de los domingos, de los bizcochitos con grasa y de los supermercadistas. A los que tanto temor provocaba con su política de precios congelados, al llevarla a cabo con tanto rigor y con tan señalado éxito. Además y por lo que se sabe, tampoco le sirve de consuelo el estar allí, a pasos del Papa argentino. Ya que éste se niega a poner precios máximos en el Vaticano, a cotizar las bendiciones y a jugar con él al jodete. Por otro lado el efecto cosechadora, el papelón Angola o como quiera llamársele, también se ha visto reflejado en la conducta presidencial. No tanto por los golpes que aparentemente se auto inflige la señora, sino por el cambio de política. No sólo han cesado los viajes a países inverosímiles con propósitos extravagantes, sino que además se ha nombrado al frente de Economía a un marxista, aunque un marxista moderno, tal vez de Putin, porque lo primero que se le ocurrió, tras el exilio de Moreno, fue una suba del tipo de cambio y una remoción de subsidios que seguramente hubiesen dejado atónito al bueno de Lenin. Pero no sólo eso, la misma señora Presidenta decidió dar un paso al costado, por una vez sin caerse, y ceñirse de acá en adelante casi exclusivamente a estas dos funciones: una, hablar por TV con cierta frecuencia, porque le resulta entretenido ver a la noche en la versión grabada y mientras cena, a la señora que traduce sus palabras a los sordos; y dos, dedicarse, como lo ha prometido, a ser la madre de aquí en más de todos los argentinos. Y también por dos motivos. Uno, porque ya no podrá ser reelegida. Y dos, porque sabe que a los criollos se les podrán reprochar muchas cosas, pero que ninguno, nunca jamás, va a ser capaz de ir hasta El Calafate a reclamarle a la vieja, nada menos que a la vieja, esa santa, porque se quedó con un vuelto o tiene unos pesos ahorrados en las Seychelles. El reo de la cortada de San Ignacio estaba preocupado y no por la jubileta, sino por los ingleses. Y así se le hizo saber al parroquiano que ocupaba la mesa de al lado, en el Margot. ¿Pero usted vio –le dijo mientras revolvía su café- lo que la reina le llevó al Papa? Nosotros la criticamos a la Señora porque le regaló un termo de cuatro mangos. ¿Y la reina de Inglaterra, qué? Mucho peor, maestro. Le llevó cerveza, miel, ¡una docena de huevos!, y un whisky berreta. ¡Al Papa! Si hubiera sido yo, que soy un jubilado con la mínima, vaya y pase. Pero a ella, a la reina de Inglaterra, dígame, con una mano en el corazón, ¿anda tan tirada esta gente que no le alcanzó ni para comprarle un Smuggler a Francisco?”

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