miércoles, 23 de abril de 2014

Circo criollo NOSTALGIA DEL VIGILANTE DE LA ESQUINA Lisandro Medina era “el agente de la esquina”. Lo interpretaba, por radio y en un horario central, el actor cómico Tomás Simari, quien iniciaba el programa recitando unos versitos en los que afirmaba que su alegría mayor, era decirle al superior: “señor, en esta parada, no ha ocurrido nunca nada, desde que la atiendo yo”. El éxito del personaje estaba relacionado con la popularidad que tenía el vigilante en la ciudad. Aún recuerdo al que teníamos haciendo su turno de ocho horas en Guayquiraró y San Eduardo. Se llamaba Juan, revistaba en la comisaría 11ª y los pibes le decíamos Juancito. Era un amigo, un vecino más y en las largas noches de invierno era una fija que alguno de nosotros, los de la barra, le acercáramos un sándwich de dulce de membrillo o un café con leche bien caliente. El vigilante de la esquina desapareció de Buenos Aires, lo mismo que las rondas nocturnas. Eso ocurrió en los 70, bajo el gobierno militar. Y la causa de tal decisión fue la guerrilla, ya que el vigilante, solo y en la esquina, era un blanco fácil para los guerrilleros. Que en aquellos tiempos mataron a varios de ellos. Y algunos de los asesinos, como el dirigente pero-monto Rodolfo Galimberti, llegaron a vanagloriarse de eso. Ahora bien, de aquello han pasado muchos años. Desde el 83 que contamos con democracia en el país; un gobierno sucede a otro y si bien no han faltado las crisis y las renuncias anticipadas de mandatarios, las elecciones se realizan regularmente, los presidentes se suceden unos a otros y no existe, al menos hasta hoy, posibilidad alguna de una vuelta a aquel pasado feroz. Sin embargo, no ha regresado el vigilante de la esquina. Y, tal vez no por casualidad, lo que sí ha regresado es la sensación (y algo más) de inseguridad que aqueja a los vecinos de la Capital, del Gran Buenos Aires y de otras grandes ciudades, como Rosario. Lo que se atribuye a varias causas. Porque hoy se habla de los motochorros, mañana de los sicarios, pasado se explica que la culpa la tienen la merca y el bandidaje organizado a su alrededor, o se le atribuye a la lenidad de las leyes, a la corrupción de policías y jueces y a los morochos de las villas. O más amplio todavía: a que la clase política se rasca el higo y le importa un belín lo que pasa, porque anda con custodia o vive en Puerto Madero. Ante lo cual ¿qué hace, a qué remedio acude el común de los habitantes de clase media de la ciudad? Pues a un viejo, viejísimo remedio: el vigilante de la esquina. Pero no ya a aquel que representaba “el hombre de las mil voces”, o sea Tomás Simari, sino a una versión mucho más cara y, además, mucho más limitada e imperfecta. Porque el vigilante no regresó a las esquinas como antaño y mucho menos las 24 horas en tres turnos, como era usual y tampoco volvieron las rondas nocturnas, que andaban pulsando los picaportes de las puertas de calle, para verificar que estuviesen bien cerradas. Ahora se contrata, en la comisaría del barrio, a buen precio (rigurosamente actualizado por inflación), un servicio de vigilancia exclusivamente nocturno. El que consiste en una garita azul y bien iluminada, en la que se instala el uniformado a escuchar la radio y leer alguna revista y de la que muy raramente sale a dar una vuelta por los alrededores, esto es, exclusivamente por la cuadra o las cuadras de los vecinos que pagan el estipendio mensual. Lo que más que proteger a los habitantes del barrio contribuye a que los propietarios de automóviles que se resisten a pagar lo que hoy cuesta un garaje, los dejen en esas cuadras que disfrutan de vigilancia nocturna paga. Mientras a chorros y asesinos les basta con eludir esas cabinas iluminadas para proseguir su faena nocturna o, si se les antoja, actuar de día, cuando jamás hay algún uniformado a la vista, ni leyendo el diario. El reo de la cortada aseveró que, de joven, era muy nochero. “Pero ahora –declaró- con esta inseguridad, me quedo en la pieza viendo TV”. Y tras una pausa preguntó, muy interesado: “Dígame maestro, ¿no sabe si la gente sigue yendo al Marabú y al Chantecler?”

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