jueves, 20 de marzo de 2014

Circo criollo OJO, QUE SE VIENE MÁXIMO Aunque parezca mentira, dada la acumulación de talento político que hay en el Gobierno, recién ahora a alguien se le ha ocurrido que el pibe Máximo, esto es, el hijo mayor y ya de 37 años, del matrimonio Kirchner, podría lanzarse a la política como lo hicieron sus padres y seguir adelante con el kirchnerismo. Porque, hay que reconocerlo, la muerte de Néstor fue tan impensada y tan sentida que dejó sin respuesta a los sublíderes de esta exitosa derivación del peronismo, hasta el punto que sólo vieron la posibilidad de reelección de la Señora y acaso de la re-re, pero nada más. Cuando allí, en el banco y bien atento, aunque pareciera que siempre estaba durmiendo la siesta, se encontraba la solución: el pibe Máximo. Porque es cierto, carece de títulos y su atractivo personal no es de aquellos que conducen al entusiasmo de las multitudes. Pero ojo al piojo, que es nada menos que el creador e ideólogo de La Cámpora. Y sus ahijados políticos no están sólo para aplaudir en los actos de gobierno y para escrachar a los adversarios, sino que de allí han salido nada menos que el titular de Aerolíneas, el ministro de Economía, el secretario de Comercio y otros pibes que la están rompiendo donde fuera que los llamaran a desempeñarse. Y, lo que acaso sea más meritorio, demandando tan sólo una pequeñísima, casi insignificante parte del Presupuesto Nacional. Pero de lo que no hay dudas es que estos cuasi voluntarios constituyen hoy el núcleo más duro del kirchnerismo. Y, lo que es maravilloso, no parecen dispuestos a dejar, así como así, por el simple hecho de que la Señora ya no pueda con el sillón de Rivadavia y ande dándose golpes en el bocho y doblándose los tobillos, de ser parte integrante y consolidada del Gobierno. Por otra parte Maxi ha cambiado, ha perdido unos kilos y ya no se lo ve tan apegado al siesteo tardío, lo que puede atribuirse a dos cosas: una, a que su pequeño, aún bebé, tal vez sea un gritón insoportable, lo que lo fuerza a abandonar su sofá preferido y lanzarse al exterior con el objetivo –casi siempre incumplido-, de encontrar algo que hacer en esas largas tardes provincianas; y otra, a que alguien le haya advertido de los riesgos implícitos derivados del hecho de que su mamá deje de ser Presidenta. Por ejemplo, que de tantas casas y hoteles con que hoy cuentan gracias a su prodigiosa capacidad de ahorro, mañana se vean en un rancho solitario en medio de la inmensidad del desierto patagónico, debido a la maliciosa persecución de que serán objeto. Y, acaso también, por las investigaciones amañadas entre opositores rencorosos y jueces truchos. En consecuencia su reacción respondería menos a los gritos del marrano que interrumpen su legítimo derecho a la siesta, que a la necesidad de ponerse las pilas y defender los ideales, el honor y también, y por qué no, el patrimonio familiar a partir del 2015. “Maestro –confesó el reo de la cortada, mientras revolvía su café-, le reconozco que estoy preocupado por este muchacho Bergoglio. Si, el que ahora es Papa”. Y agregó: “No sé si le hicieron un favor llevándoselo a Roma”. Y como alguien le preguntara qué lo había llevado a hacer ese comentario, agregó: “¿Pero usted no vio los regalos que le llevó la Presidenta? Es la segunda vez que le regala un termo para el mate. Ahora, digo yo, si el hombre es Papa y no le alcanza ni para comprarse un termo, ¿me quiere decir para qué agarró ese laburo? Si se quedaba acá en una de esas tenía una jubileta, como yo, y vivía como un bacán en la Reina del Plata y no en Roma, que está llena de edificios destruidos que nadie los arregla”.

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