miércoles, 8 de enero de 2014

Circo criollo DEL CHACO, ¡PARA QUÉ! Habrá que admitirlo y esperar las consecuencias: cada día que pasa es más difícil ser kirchnerista. Y si no, que lo diga el mismísimo Jefe de Gabinete, el inefable Coqui Capitanich. Quien, no obstante haber sido llamado a ocupar esa envidiada posición, algo así como la cumbre K, para lo que debió abandonar su dulce provincia del Chaco (tan lejos de los 30º bajo cero de Nueva York), en la que se desempeñaba brillantemente como gobernador, acaba de experimentar dos revolcones personales. En efecto: por dos veces consecutivas debió arrepentirse de haber anunciado algo. Siendo corregido, primero, por el ministro de Planificación, el duradero Julio De Vido, y luego por el de Economía, el marxista, el duro, durísimo Axel Kicillof, enemigo personal del capitalismo y de las corbatas. Lo que parece expresar una de estas dos posibilidades: o el señor Capitanich es un lengualarga, un defecto que hasta ahora no se le conocía, o alguien, algún malnacido, lo convenció, cuando aceptó el cargo, que de verdad podría ejercerlo o, más aún, que debía hacerlo, porque la Señora, luego de las dos derrotas electorales y del mal golpe que se dio en la testa, había quedado out. Y debido a eso, se requería de una presencia masculina fuerte, como la suya, para llevar adelante la cosa. O sea, el gobierno, ya que de lo demás se ocupan los señores Lázaro Báez y Cristóbal López. Por lo que, ahora que volvió la Señora, luego de un duro, durísimo tiempo de descanso forzado en El Calafate (en el que el país estuvo casi ingobernable, ya que hubo rebelión policial, saqueos, piquetes y larguísimos cortes de luz que ya mismo, por su sola presencia, están terminando), se barajan estas dos posibilidades. Una, que Cristina reasuma con todo el poder, la energía y el sentido común que se le conoce, a ella y a su ilustrado hijo Máximo. Y entonces el Coqui venga a ser algo así como un ministro redundante, por lo que no sería de extrañar que estuviese gestionando, ya mismo, su regreso al Chaco bienamado, luego de haber sufrido, mal, las bajas temperaturas de Buenos Aires. Y otra, que no, que a la Señora, aunque más no sea que por no tener que ver siempre las mismas caras, le interese retener a Capitanich en su puesto, total no importa lo que anuncie ya que es de arrepentimiento fácil. Y la otra ventaja del Coqui es que la ciudadanía ya conoce esta particular característica de su modo de ser, por lo que ni siquiera vale la pena molestarse en escucharlo ni en saber lo que ha dicho, ya que luego de un lapso, más bien corto, vienen las correcciones expresadas por otros ministros, a las que podrán agregarse, ahora que se ha repuesto de sus males, la Señora, pero también, porqué no, su hijo, la nena, el nietito o la abuela (en el tiempo, claro está, que le deje libre la formación del equipo tripero que, con su ayuda, hasta tiene posibilidades de campeonar). “¿Así que este mozo Capitanich había sido gobernador del Chaco?”, preguntó el reo de la cortada de San Ignacio. “Pero maestro –le respondieron- no me diga que no lo sabía”. “Es que –insistió el reo- yo estaba convencido de que venía del Servicio Meteorológico”. Y como todos se quedaron mirándolo, agregó: “Y, como no acierta una…”

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