jueves, 23 de enero de 2014

Circo criollo EL REGALO PRESIDENCIAL El regreso de la señora Presidenta a la Rosada, después de nada menos que 34 días de ausencia (que la contra aprovechó para difundir las más pavorosas versiones), fue celebrado a todo trapo, como era de prever. Discurso, cánticos, una multitud entusiasmada y el deseo de que aquella felicidad no concluyera nunca. Sin embargo, cuándo no, ni siquiera ese hermoso acto se salvó de la crítica de la oposición. Y una de las cosas que le criticaron a la señora fue que, cuando la inflación comienza a golpear fuerte, caen las reservas, se pone en marcha un programa de “precios cuidados” que suena a Moreno II y crecen los reclamos de ajuste, ella haya reaparecido con un plan para subsidiar a los pibes “ni ni”, esto es, que ni estudian ni trabajan, con 600 pesos. Lo que, dada la cantidad de jóvenes que se encontrarían en esa situación, más los que se agreguen voluntariamente para aprovechar la bolada, puede llegar a acentuar las penurias de la Tesorería. Lo cual significa que, una vez más, los criticones de siempre no han entendido lo que se dice nada. Pero nada. En primer lugar es falso que esa medida presidencial estuviera inspirada en el hijo de la señora Presidenta, dada su supuesta condición de “ni ni”, categoría precursor. Cuando el pibe, que ya no lo es tanto, se gana merecidamente sus garbanzos en tareas vinculadas con los negocios de la familia y de algunos amigos de la familia, por lo que 600 mangos, para él, no son más que chauchas. Es decir, estaría en condiciones de cobrarlos, ya que es una suerte de líder histórico de los “ni ni”, pero no lo va a hacer. En consecuencia la razón del nuevo ofrecimiento de la Presidenta, en medio de una administración que parece sucumbir bajo el peso de los subsidios, es de otra naturaleza. Y sólo entendible para quienes tengan sensibilidad de barrio. Porque después de 34 días de ausencia y tras haber pasado por riesgosas operaciones y tratamientos complicadísimos, ella sabía que la esperaba una multitud en la Rosada y, más que eso, que todo un pueblo, en sus casas, estaría mirándola por TV, dejando todo por hacer por verla y escucharla, para disfrutar a full de ese reencuentro. ¿Y qué iba a hacer? ¿Presentarse con las manos vacías? Si se hubiera tratado de una reunión de amigos, sin duda hubiera llevado una torta o un bizcochuelo hecho por sus propias manos o, acaso, unos pastelitos de dulce de membrillo o unos buñuelos de pasas. Pero acá no se trataba meramente de algo personal. Era todo el país que la esta aguardando para celebrar su restablecimiento. Y bueno, entonces echó mano a lo que primero se le ocurrió. A este modesto, sencillo, epitelial subsidio a los “ni ni”, que no es tampoco tanta plata y que apenas si va a tener incidencia en el gasto público y en la fabricación de billetes. “Seiscientos mangos, seiscientos mangos…” El reo de la cortada de San Ignacio se quedó cavilando y mientras revolvía su café, consultó a otro parroquiano: “¿Va a ser sólo para los pibes que no estudian ni laburan, no? ¿Sabe por qué le digo? Porque yo, así como me ve, nunca estudié. ¿No tendré derecho a unos pesos?” El otro entonces le recordó: “Pero maestro, es para los pibes. Y además, usted laburó. ¿O no?” El reo se quedó un momento callado y al final dijo, medio entre dientes, mientras apuraba el café: “Bueno, laburar, lo que se dice laburar…”

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