tag:blogger.com,1999:blog-53597272670080973592024-03-13T20:17:32.119-03:00El reo de la cortadaelreohttp://www.blogger.com/profile/12469676389186694022noreply@blogger.comBlogger137125tag:blogger.com,1999:blog-5359727267008097359.post-58157871160829069922016-04-10T16:51:00.002-03:002016-04-10T16:51:37.546-03:00La conjura
La
conjura
En pijama y
chancletas, despeinado, barbudo. Así estaba la primera vez que lo vi, una
mañana, en la puerta de la casa de al lado, la casa del médico. Se desperezó y
dudó un poco; al fin recogió el tacho de basura que estaba junto al cordón de
la elreohttp://www.blogger.com/profile/12469676389186694022noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5359727267008097359.post-74159480207124288922016-03-13T15:07:00.004-03:002016-03-13T15:09:46.768-03:00el aurieli diez
El aurieli diez
Confieso,
aunque eso denuncie mi edad, que yo, de pibe, jugué al aurieli diez. Nos
encontrábamos algunos mocosos, uno de ellos tenía una pelota rayada de goma de
veinte guitas y enseguida nacía la idea; “¿Jugamos un aurieli diez?”. Y tras el
“si” inmediato de todos, nos dirigíamos a la cancha de Matos y nos trenzábamos
en un picado que podía durar horas y terminar (si es que elreohttp://www.blogger.com/profile/12469676389186694022noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5359727267008097359.post-25303683616888403262015-06-24T20:05:00.001-03:002015-06-24T20:05:12.298-03:00ZanniniCirco criollo
¿UN VICE PARA GANAR O PARA PERDER?
Ya se ha hablado y escrito a mares sobre las razones que habría tenido la Presidenta de los argentinos para imponerle como vice a Daniel Scioli, que se candidatea para la Presidencia, a su secretario legal y técnico, el simpático y ultrakirchnerista Carlos Zannini. Quien, se dice, obraría a su lado como una suerte de garantía de que el hoy elreohttp://www.blogger.com/profile/12469676389186694022noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5359727267008097359.post-73913693934754546362015-06-14T18:05:00.001-03:002020-08-17T10:36:18.960-03:00Circo criollo UNA VIDA ENVIDIABLE Circo criollo
UNA VIDA ENVIDIABLE
Aníbal Fernández no por nada es Jefe de Gabinete. A quienes se consiste en vender anteojos de sol y baratijas. Es decir aquí, hoy, el que respondió como a él le gusta, con sólidas razones, con cifras irreprochables. Porque, en efecto, la pobreza en el país es menor a la de Alemania. Lo que está a la vista. Aunque es cierto, hay algunos tipos durmiendo en la calleelreohttp://www.blogger.com/profile/12469676389186694022noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5359727267008097359.post-66541993238903646352015-04-28T18:17:00.001-03:002015-04-28T18:17:06.383-03:00Circo criollo UN DUO ESPECTACULAR
La Argentina es un país muy afortunado, ya que no sólo está viviendo un presente maravilloso sino que, a la hora de señalar figuras destacadas, de esas que lo tienen todo, carisma, simpatía, inteligencia, no tiene una sino dos realmente extraordinarias. Que se agregan, claro está, a las ya consagradas: la señora Presidenta y su hijo Máximo. Y aquellas no son otras que la vedette y bailarina elreohttp://www.blogger.com/profile/12469676389186694022noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5359727267008097359.post-2379466235396681842015-03-20T17:47:00.002-03:002020-08-17T10:26:20.710-03:00Mi viejo MI VIEJO Ya conocieron a mi abuelo Pablo, a mi tía Clelia y a mi hermano Sergio. Es hora entonces de que también conozcan a mi padre, Pablo Della Costa (1884-1950), diplomático y poeta. Publicó varios libros, Versos 1915, Aquel lunar, Una vaga ausencia y otros. Y dejó, fechándolo en 1942, uno que no llegó a ver impreso y que tituló Misantropía. De este libro, no editado, les doy a elreohttp://www.blogger.com/profile/12469676389186694022noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5359727267008097359.post-48739021498831614192015-02-23T14:11:00.002-03:002020-08-17T10:27:42.290-03:00 GRACIAS FRANCIA, GRACIAS GRACIAS FRANCIA, GRACIAS Alguna vez me pregunté, mientras me hacía la rata en el Rosedal, de dónde podría venir ese nombre para tan bella costumbre. Cuando ni las ratas ni los ratones y mucho menos las lauchas, podían incurrir en placer semejante, dada su vida ajena al estudio y al colegio. Y la respuesta la recibí en el cine, viendo una película francesa, allá por los años 50, vaya elreohttp://www.blogger.com/profile/12469676389186694022noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5359727267008097359.post-40695702909870149162015-01-27T17:32:00.002-03:002020-08-17T10:29:33.055-03:00LARGAS, FINAS, NACARADAS Circo criollo LARGAS, FINAS, NACARADAS Confieso que fui uno de los millones de argentinos que el lunes 26 de enero asistió, embelesado, a la larga alocución de la señora Presidenta (una hora casi exacta), por la cadena nacional. Y confieso también que si alguien me preguntara acerca de lo que dijo, debería confesar que no recuerdo ni una palabra. Y esto no se debió a problemas elreohttp://www.blogger.com/profile/12469676389186694022noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5359727267008097359.post-1406291345777358422015-01-25T19:23:00.002-03:002020-08-17T10:30:44.192-03:00SE VIENEN TIEMPOS DUROS Circo criollo SE VIENEN TIEMPOS DUROS Cuando la señora Presidenta habló por primera vez del caso Nisman dijo que el fiscal se había suicidado. Y no se equivocaba ni un cachito, tenía la justa. Pero lo que pasó fue lo siguiente: los incompetentes que fueron a matarlo y en los que se confió para que la cosa pareciera que el fiscal se había quitado la vida, hicieron las cosas elreohttp://www.blogger.com/profile/12469676389186694022noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5359727267008097359.post-62983556570110692492015-01-16T17:27:00.002-03:002020-08-17T10:33:34.790-03:00 LA CINCUENTA Y SIETE LA CINCUENTA Y SIETE (Ya va siendo hora de que también conozcan a mi hermano Sergio (1925-2014). Era médico y escribía. Acá va una de sus historias, que parece tener mucho de autobiográfica). Ortiz rió estrepitosamente. -No te rías como un histérico –dijo Carlini. -No es histeria, es espontaneidad –replicó Ortiz. Estaban sentados alrededor de la mesa, discutiendo el caso de “la 57” conelreohttp://www.blogger.com/profile/12469676389186694022noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5359727267008097359.post-82031963046679858082014-12-26T20:01:00.002-03:002020-08-17T10:41:39.372-03:00 Circo criollo SUEÑOS DE JUVENTUD Circo criollo SUEÑOS DE JUVENTUD El año finaliza bien, con algunos apagones, con abundante feriados, con masivos traslados a la costa, sin saqueos, con una temperatura agradable, pero… Si, siempre hay un pero y este es más que importante, ya que se trata de la Presidenta de la Nación. Porque mucha gente se queja afirmando que ha aumentado la desocupación, que la guita no alcanza, elreohttp://www.blogger.com/profile/12469676389186694022noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5359727267008097359.post-5193635361470957892014-11-11T16:58:00.002-03:002020-08-17T10:43:03.025-03:00Circo criollo LOS PRECIOS CUIDADOS, UN ÉXITO TOTAL Circo criollo LOS PRECIOS CUIDADOS, UN ÉXITO TOTAL La vida nos da sorpresas, sorpresas nos da la vida. Cuánto lamento que esta historia, absolutamente verídica, que paso a contar, no haya sido presenciada también por el joven ministro de Economía, el joven Kicillof, a quien también se conoce como “el Kichi”. Porque s trata de una historia maravillosa, como todas las que elreohttp://www.blogger.com/profile/12469676389186694022noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5359727267008097359.post-65778307325371765272014-10-22T12:23:00.001-03:002020-08-17T10:45:07.859-03:00Circo criollo UN SILENCIO SOSPECHOSO Circo criollo UN SILENCIO SOSPECHOSO Hoy se puede afirmar, ya sin un jerónimo de duda, que la faringitis que mantuvo callada a la señora presidenta durante dos largas (o muy breves) jornadas, no fue tal. Más aún, ya se sabe que se trató de una mentira grande como un rancho o, en tren ya de llevar la cosa mucho más lejos, tan mayúscula como el edificio que la primera mandataria se elreohttp://www.blogger.com/profile/12469676389186694022noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5359727267008097359.post-25638490427395055262014-10-11T16:49:00.001-03:002014-10-11T16:49:52.330-03:00Circo criollo OTRA VEZ DE FIESTA Apresurémonos a decirlo: hay cristikirchkicinerismo para rato. Es que no se presiona para la aprobación, hoy, de leyes importantes, ni se alcanzan logros tales como una estrecha amistad con China y con Rusia, ni se buscan enemigos tan señalados como los buitres y los Estados Unidos, ni se carga tan decidida y definitivamente sobre la prensa cipaya para, como haría cualquier gil de lechería, entregar el poder dentro de un año y pico. Y todo porque la viejísima y superada Constitución Nacional así lo dispone. Y porque, por esas cosas de la Naturaleza adversa, el otro K ya no está entre nosotros y al pequeño K aún no le da el piné, según pudo verse en su reciente debut en la cancha de Argentinos Juniors. (Aunque, sin dudas, estará afiladísimo de acá a otros cuatro años u ocho, con mamá en el poder y con el Kichi apretando el tomate). Es decir y vale señalarlo, ya quedaron atrás el efecto depresión causado por el resultado de unas elecciones de medio tiempo aparentemente adversas y por la aparición de algunas nanas ya superadas, que la tuvieron al borde de tirar la toalla. Pero todo cambió y para bien, con aquella sabia decisión de sacarse de encima una serie de funcionarios que no eran más que un peso muerto en su gabinete y con la aparición casi milagrosa del Kichi, que volvió a darle aire al Gobierno y motivos para quedarse a la Señora. Así fue cómo éste dejó de ser un gobierno muerto y sin planes, para ser otro, nuevo y distinto de aquél. Con más aires que una minita que salta a la fama por un divorcio anunciado en un programa de TV de la tarde, y con más poder, para hacer lo que se le venga en gana, que el mismísimo Tinelli en “Bailando”. Así, lo que parecía nada más que un capricho de una vecinita de Tolosa, alentada por vaya a saber qué lecturas de juventud, disponiendo la erradicación salvaje e inmisericorde de la estatua de don Cristóbal Colón de la placita vecina a la Rosada, pasó a convertirse en toda una declaración de principios. Una gran vuelta de tuerca, un volver a empezar pero, ahora sí, para cumplir con aquellos ácidos sueños de juventud. Casi los mismos que trocó por un traslado, casi una fuga, al lejano sur y un rápido matrimonio con un señor adinerado. Por lo que ahora sólo cabe sentarse y esperar, ya que lo mejor está por venir. “¿No le parece, maestro?”, le preguntó un tipo que estaba sentado en la mesa de al lado, al reo de la cortada de San Ignacio. El reo terminó su café, se secó una gotita que le había caído en la solapa de su viejo saco de La Mondiale y dijo, sentencioso. “Ya lo creo, jefe. Al menos, mejor que el ébola. ¿O no?” elreohttp://www.blogger.com/profile/12469676389186694022noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5359727267008097359.post-31530123724467593122014-09-26T23:38:00.001-03:002014-09-26T23:38:53.210-03:00Circo criollo UN SLOGAN GANADOR Hay que ver lo bien que le ha caído al Gobierno esto de los fondos buitres. Y no sólo al gobierno. Los otros días estaba paseando por la avenida Santa Fé, cuando me crucé con una señora a la que acompañaba un chiqutín de unos 4 o 5 años. Justo en ese momento y vaya a saber por qué, el nene se puso a gritar como un marrano. Y entonces ¿qué hizo la madre? Pues hizo esto, que yo lo vi con mis propios ojos. La vieja (aunque no era tan vieja y además estaba muy buena), lo apartó de sí, lo empujó contra la pared y le ladró (si, porque en ese momento la señora parecía un doberman enfurecido) de muy mal modo, lo siguiente: ¡Callate, fondo buitre! Y aunque alguno sospeche que exagero puedo asegurar, ya que fui testigo presencial, que el pibe, ante tan tremendo insulto, se calló de inmediato, se secó las lágrimas como pudo y se paró, haciendo pucheritos pero muy obediente, al lado de su mamá. Los seguí un par de cuadras, porque no podía creer en lo que acababa de ver. Pero no, fue así nomás: el pequeño ni volvió a gemir siquiera; marchó al lado de su mamá calladito y yo diría que hasta un poco asustado. Es que, reconozcámoslo de una vez, aquí a nadie, de ninguna edad y bajo ninguna circunstancia, le gusta que lo llamen fondo buitre. Aunque tal vez no les sirva a todos de la misma manera. Y por dar un ejemplo: por más que se desgañitara apostrofando a los opositores con ese grito de guerra, a Máximo K no lo vota ni el loro, especialmente luego de su debut como orador en Argentinos Juniors y por más que haya sido muy aplaudido por los chicos rentados de La Cámpora. ¿O no? Ahora bien, lo aconsejable, aún en estos casos en los que sonríe la Fortuna, es no exagerar. Porque está bien: debido a que nadie quiere verse como uno de estos inmundos bichos carroñeros, el Gobierno consiguió que se llevaran adelante algunas iniciativas, que así se convirtieron en leyes. Y hasta le dio como para levantar algunos puntos en las encuestas, por más que la Señora no piensa, ni por pasteles, introducir cambios en la Constitución para ser elegida presidente por tercera vez consecutiva. Aunque está siendo tentada. ¿O acaso “buitres o Cristina” no suena casi tan bien como aquel “Braden o Perón” que llevó al General a coronar su primera presidencia? Pero ojo, tampoco la pavada ni la exageración. Porque de allí a pelearse simultáneamente con Obama y con la señora Merkel, es decir, las primeras figuras de dos poderosos potencias, hay una gran distancia. Y mucho peor si fuera verdad lo que se dice: que el que la está aconsejando es el mismo tipo que le dijo al general Galtieri que el mejor modo de recuperar la popularidad perdida por el gobierno militar, era invadir las Malvinas. Y tampoco parece muy bien encaminado presentarse como amenazada por la Jihad. Luce bien, ya que esa misma amenaza pende sobre otros grandes líderes mundiales. Pero, admitámoslo: mejor es no dar ideas, ya que de locos está lleno este perro mundo. El reo de la cortada, después de tomar su café, le preguntó al mozo: “Maestro, ¿usted se ofendería si yo le digo fondo buitre?” El mozo se rascó la cabeza y preguntó a su vez: “¿Pero me va a pagar el café?” “Seguro”, le respondió el reo. “Ah, entonces –dijo el mozo- llámeme como quiera”.elreohttp://www.blogger.com/profile/12469676389186694022noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5359727267008097359.post-15811773319763607192014-09-19T11:49:00.001-03:002014-09-19T11:49:46.303-03:00EL QUE SE FUE A TIEMPO ¡Cacho querido! ¡Tanto tiempo sin verte! -¿Pepe? Pero sí, sos Pepe. ¿Qué hacés otra vez por acá? No sabés las veces que he pensado en vos. -¿Si, che? ¿Y por qué? -No sabés lo oportuno que estuviste al irte. De la que te salvaste. ¿O no sabés nada? -¿De qué, che? ¿Vos bien y los tuyos también, no? -No, nosotros bien. Al país, me refiero al país. -¿Pero qué pasó, che? -Qué no pasó, decí mejor. Vos te fuiste en el 81, ¿no? -Si el 29 de abril del 81, el Día del Animal. -Bueno, todavía estaban los militares. Ya aquello era un desastre. ¿Pero sabés qué hicieron después, en el 82? Invadimos las Malvinas, estuvimos en guerra con Inglaterra. -Pero Inglaterra es un país de la OTAN: -Claro y así fue como perdimos como en la guerra. Nos mataron como mil muchachos, nos hundieron el Belgrano y, lo único bueno, se tuvieron que ir. -¿Y quién vino? Un gobierno civil, calculo. -Si, Alfonsín. Pero no sabés lo que fue. Al principio, todo bien, la gente contenta con la vuelta de la democracia. Pero al final, metió tanto la pata, que generó una hiperinflación espantosa y se tuvo que ir seis meses antes. -¿Y quién lo reemplazó? No me digas, un peronista. -Si, Carlos Menem. Y no te digo lo que fue aquello. Al año la gente estaba chocha, porque había cesado la híper y había puesto en venta las empresas públicas. Un peso era igual a un dólar, los teléfonos andaban, la gente iba a Aruba como si fuera a Mar del Plata y podías tomar el whisky inglés más barato que en Londres. -¿Y después? -Un desastre peor. Aunque había una desocupación espantosa y una corrupción increíble, consiguió que cambiaran la Constitución y se hizo reelegir por otros cuatro años. No sólo todos los días cerraba una empresa y quedaba más gente en la calle, sino que duplicó el endeudamiento del país, aumentó el déficit público y la Casa Rosada se convirtió en el centro del escándalo y de la farándula. -Este concluyó su segundo mandato. -Y casi se hace reelegir para un tercero. Pero no, lo reemplazó un radical, Chupete De la Rúa. -Bueno, un tipo honesto y serio. -Si, pero lenteja e irresoluto. Le fracasaron uno tras otro los planes económicos que intentó para terminar con la recesión y al final, cuando se le presentó una corrida bancaria que amenazaba dejar al país sin un dólar, declaró el estado de sitio, se armó un tole tole en Plaza de Mayo, la policía mató no sé a cuántos y a los dos años apenas cumplidos, se tuvo que ir. -¿Y entonces? -No lo vas a creer. El Congreso primero eligió a Rodríguez Saça, que hizo tales zafarranchos y nombró a tantos impresentables, que se tuvo que ir a la semana. ¡Y no sabés quién lo reemplazó! Eduardo Duhalde, el de la provincia de Buenos Aires. -Y entonces las cosas anduvieron mejor. -¡Pero no! Devaluó, declaró el default, la desocupación y la miseria fueron cada día mayores, el dólar se fue a las nubes, la inflación hizo estragos, no permitió que la gente sacara de los bancos los dólares que habían depositado. A los tipos que reclamaban sus dólares les devolvían pesos. Los consulados de España y de Italia siempre estaban llenos de gente que se quería rajar del país. Y casi todos los días había marchas, protestas y saqueos. -Bueno, pero habrán llamado otra vez a elecciones y el nuevo presi habrá enderezado la situación. -Si, al principio. Pero ahora mismo estamos otra vez como antes. -¡No puede ser! -Como lo oís. El dólar por las nubes, una desocupación tremenda, una inflación que no para y, para variar, también el fantasma del default y la ley de abastecimiento. -¿Otra vez como en el cuarenta y pico? ¡No puede ser! La verdad: me dejás mudo. -Si, no sabés lo bien que hiciste en irte, las cosas que te evitaste. -Bueno, ya que lo decís, quiero agradecerte a vos y a los amigos del club, si es que todavía los ves. El velorio fue magnífico, nadie contó un chiste y tus palabras durante el entierro fueron conmovedoras. Más de lo que yo merecía. -¡Por favor!.. No sabés cómo te extrañamos. elreohttp://www.blogger.com/profile/12469676389186694022noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5359727267008097359.post-39766719322398125842014-09-17T10:00:00.001-03:002014-09-17T10:00:26.058-03:00 Circo criollo MÁXIMO, EN LAS HUELLAS DE MARADONA Un nuevo piquito de oro asoma en el horizonte político nacional. La revelación se ha dado con la irrupción, el sábado pasado, en cancha de los bichitos colorados (si, allí donde comenzó a brillar Maradona, el más grande de todos), de Máximo Kirchner, el hijo de la señora presidenta de los argentinos. Y el primer acierto, merece destacarse, no fue su alocución, que fue brillante y la dijo de corrido, sino la elección del día para debutar en la política grande: un sábado. Ya que como el público esperado era el de los jóvenes de La Cámpora y casi todos ellos son empleados públicos, de haber elegido cualquier día laborable para su estreno como estadista en ciernes, se habrían producido grandes ausencias en las oficinas del Estado, perjudicando la gestión oficial y la atención del público. Y el segundo, pero no menor, fue ese desafío virtual a la oposición para que diera lugar a que su mamá se presentara a un tercer mandato presidencial. Y no, de ninguna manera, porque no sepa que esto está estrictamente vedado por la Constitución Nacional, sino porque Cristina se lo merece y porque el país la necesita. Y no sólo porque es su mamá. Aparte de eso, que desde ya es muy importante, viene desarrollando una labor espectacular al frente del Ejecutivo, por lo que permanecer en la Rosada, o al menos intentar hacerlo, cuatro años más (u ocho, o doce), se encuentra dentro de sus derechos naturales. Lo que pasa es que, como se enseña en cualquier escuela de negocios, aún la más rasposa, la peor gestión es la que no se hace. En consecuencia la pieza está jugada y ahora le toca mover a la oposición, a la que mejor no calificar. Por otra parte nadie ignora que su papá, el finado, de no haberse interpuesto la Parca, ya tenía pensado que un K sucediera al otro de aquí a la Eternidad, si ello fuera posible. Por lo que la sugerencia del hijo de aquel grande de la política tiene el valor de todo un homenaje a su figura. Aunque tampoco es de desdeñar, por más que se trate de un argumento menor, la versión de que quien sugirió a Máximo que, en su primer discurso, abogara por la permanencia de su mamá en Bi.Ei otros cuatro años, fue su cónyuge, la doctora y madre de su, hasta ahora, único hijo. Es que, se dice, la señora de Máximo, que adora a su suegra, advertiría sin embargo la serie de problemas que podrían suscitarse en el caso de que la hoy Presidenta de los argentinos, debiera volverse a sus pagos adoptivos (o sea a “su” provincia, como ella suele decir), una vez finalizado su segundo mandato. Es que según parece, de tener que volver Cristina a la provincia y, peor aún, si no le encuentran algún cargo, electivo o no, que la devuelva a Buenos Aires, a la señora de Máximo se le presentan, en la imaginación, escenas verdaderamente espantosas. Porque vería a su suegra metiéndose en todo, criticándole la manera en que cría a su pequeño, en la forma que lleva adelante la casa, en cómo cocina, en cómo limpia, como arregla esto o aquello, que el pibe está gordo, que está muy flaco, que a Máximo no lo deja dormir, que gasta en exceso, que por esto y por aquello. Con lo que, finalmente, el matrimonio, hoy tan feliz, podría llegar a hacerse pedazos. “Maestro –preguntó el reo de la cortada de San Ignacio si dejar de revolver su café- le pregunto en serio, por si se viene de verdad el Máximo: ¿hasta qué edad admiten afiliados en La Cámpora?”elreohttp://www.blogger.com/profile/12469676389186694022noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5359727267008097359.post-41089940357519799412014-09-06T17:50:00.001-03:002014-09-06T17:50:17.896-03:00UN MIMBRE, EL MOROCHO Yo sé, flaco, que nosotros tenemos que alentar al equipo. No hay nada que me dé más bronca que esos muertos que van a la cancha como si fueran al cine y a los que los colores no los calientan. Nosotros nos preparamos toda la semana, te lo juro. Inventamos cantos para nuestros muchachos y también para cargar a la barra rival. Para los peruanos habíamos hecho una lindísima. Escuchá, se canta con la melodía del “yo te daré”. “Yo te pondré, te pondré negro rasposo, te pondré en el hoyo, una cosa que empieza con é. ¡Estudiantes!” ¿No es buena? Y llevamos las banderas que habían hecho las viejas del barrio, las sombrillas pintadas con los colores, millones de papelitos para cuando aparecieran por el túnel, unas bengalas que nos habían regalado los de la Prefectura y un montón de petardos que había conseguido Oreja y que eran para tirárselos al arquero de ellos no bien nos atajara un par de pelotas. Porque acá en La Plata o ganamos bien o ganamos de guapos. Otra, no hay. ¿Entendiste? Por eso, cuando empezó el partido fue la locura de siempre. Papelitos, gritos, cantos, una bengala que largó el Loco, los más fanas subidos al alambrado… Te juro que parecía que el estadio se venía abajo. Pero vos, que tenés años de tablón, sabés que para mantener el entusiasmo no basta con que la fanaticada se vuelva loca. Los que están en el field tienen que poner gambas, tienen que poner huevos, llegar al arco rival, reventarlos a pelotazos. Pero si no llegan nunca, si se van en pasesitos laterales, si ni bien los tocan se tiran al suelo como si fuesen minas y se la pasan rifando la pelota, la tribuna se enfría y aquello, en vez de una caldera, como debía ser, se convierte en el freezer de una heladera. Te juro que al partido no lo queríamos dejar morir, porque esos puntos para nosotros eran muy importantes. Y si, hasta yo me subí a un paravalancha, cacé una bandera y los hice gritar a todos: “¡pinchas corazón!, ¡pinchas corazón!”. Y como ni siquiera con eso reaccionaban entonces también me saqué la camiseta y me puse a vociferar la máxima, el grito con el que hasta los muertos se levantan de sus tumbas y la embocan en el arco contrario: “¡Ar-gen-ti-na!”, “¡Ar-gen-ti-na!”. No sé cuánto tiempo estuvimos gritando: yo me quedé afónico y a muchos de los muchachos les caían los lagrimones de la emoción. Pero fue al pedo, viejo. Ni por los colores patrios, por la bandera nacional, aquellos once pataduras eran capaces de hacer otra cosa que tirarla afuera, entregársela a los rivales o jugarla de alto, para arriba, como si fuera un partido entre canguros, en lugar de jugarla a ras del piso, como se debe y como hacen los que saben de verdad. Entonces nos chivamos. Las tribunas se fueron enfriando, los que estaban parados se sentaron, dejaron de agitar las banderas y a partir de allí lo único que se escuchó, de vez en cuando, fue una tos. Yo agarré la bandera que llevaba, la doblé y me la puse debajo del culo, como si fuera un almohadón. Uno armó unos porros, otro sacó unas barajas y nos trenzamos en un truco de seis sin flor, que nos hizo olvidar que estábamos en la cancha, que los pinchas se jugaban la clasificación y que si no ganábamos esa noche, los de Gimnasia nos iban a gastar. Primero fue como un rumor y no le hicimos caso. Después fue más claro y algunos se pararon para ver qué era lo que estaba pasando. Miré para el lado de la cancha y allí seguían esos muertos tirando misiles a Calcuta. Entonces fue que escuché el grito de “¡agarren al chorro!”, que en un partido de fóbal es tan común como ver pasar al que vende café o Coca. Pero ese chorro no era como todos. Lo ví, era un negrazo crespón, flaco y elástico como un mimbre, al que todos querían agarrar y él zafaba cuerpeando para un lado y para otro, agachándose hasta desaparecer en la multitud, para reaparecer luego, varios escalones más abajo, aplicando un empujón aquí, un cabezazo allá, siempre saltando, escurriéndose como si estuviera enjabonado. Uno lo agarró de la camisa y la camisa le quedó en la mano, por lo que el negro siguió su carrera de obstáculos con medio cuerpo al aire, que parecía una estampa de las últimas Olimpiadas. Ya nadie miraba el partió, todos lo seguían al negro y mientras unos lo puteaban por chorro, otros le gritaban cosas como: “dale, no aflojés, cuidado con ese cabrón de la derecha, rajá para aquel lado”. Y cada vez que pegaba una gambeta y eludía a un perseguidor, la multitud lo acompañaba con un “¡oole!”. El negro ya había llegado abajo y la mayoría de los que querían agarrarlo se habían cansado, cuando seis canas, tres de cada lado del pasillo, lo esperaron al pie de la tribuna con los garrotes en la mano y le cerraron el paso. El chorro titubeó, se vio perdido. La hinchada que lo seguía se quedó muda. El negro hizo un amague, como si fuera a gambetearlos, pero no se atrevió. Después midió la alambrada con la vista, como para saltarla, pero advirtió que era demasiado alta y que, además, en la cancha lo esperaban otros policías. Entonces, hizo la heroica. Enfiló otra vez por los tablones para arriba, donde estaban los que lo habían querido atrapar, como quien prefiere entregarse a la justicia popular, pero jamás a la yuta buchona e hija de puta. Y entonces, no vas a creer lo que pasó. A medida que el negro subía, la gente se abría para dejarlo pasar y después volvía a cerrarse para impedir que la cana lo agarrara. Se lo veía trepar sudado, medio en bolas, con el último aliento, la cabecita redonda y motosa, se lo veía cómo se metía entre la multitud y seguía y seguía, mientras la cana, repartiendo palos, luchaba por alcanzarlo y viendo cómo el tipo se les iba cada vez más lejos. Y fue entonces, cuando a los 22 muertos de la cancha ya no los miraba nadie y cuando más de uno de ellos estaba parado en la cancha pero observando lo que pasaba en la tribuna, que empezó a escucharse, primero bajito, después cada vez más alto y más alto, desde los cuatro lados del estadio, el grito que merecía ese negro macho y ladrón y que la yuta no iba a recibir jamás. Porque fue entones que brotó el grito unánime, el que le salía del pecho a la gente, el que le brotaba de los ojos y de los huevos. El grito, pero el grito más grande: “¡Ar-gen-ti-na!”, “¡Ar-gen-ti-na!” elreohttp://www.blogger.com/profile/12469676389186694022noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5359727267008097359.post-57447968241102662102014-08-23T10:24:00.001-03:002014-08-23T10:24:36.857-03:00Circo criollo LOS SANTOS BUITRES Ya es malo y humillante que a un tipo lo traten de buitre. Pero es mucho peor si lleva ese mote porque pretende hacer una diferencia con los títulos de un país del que sabe poco o nada, salvo que algún día tendrá que pagar por esos valores que emitió. Él, el buitre apestoso, los compró porque costaban monedas, pero sabiendo que mañana o a más tardar pasado, conseguiría por ellos varias veces más, por aquello de que no hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague. Vale decir, un tipo repugnante. O sea, un verdadero buitre de cuarta. Pero con lo que este miserable no contaba era con lo que le está ocurriendo ahora con los títulos criollos. Es que no sólo no consiguió, a pesar de tener a la justicia yanqui a su favor, que le pagaran en Nueva York, sino que tampoco podrá hacerlo en Buenos Aires, por más que los argentinos hayan prestado su acuerdo para que así se hiciera. Y una vez más la decisión la ha tomado el juez Griesa, o sea ese anciano arrugado que atiende este caso y que tiene, evidentemente, particular inquina a los argentinos. En resumen, que el buitre que aparecía como el malo de la película, el fulano miserable que se aprovechaba de las insolvencias pasajeras que se manifestaban en un país del far south y sin otra importancia que haber salido subcampeón en el último Mundial de fóbal, pasa a ser ahora el gil al que tienen a los coscorrones y a los cachetazos, mientras se aleja cada vez más la posibilidad de hacerse de la guita y de ir a celebrarlo en algún cabarute de Manhattan al sur. Sin embargo tal vez el juez Griesa no haya sido tan malvado como hoy lo ven estos pobres buitres. Y que si le plantó un “no” rotundo a la posibilidad de que cobraran por ventanilla en el Nación, el hombre sabe por qué lo ha hecho. Es decir que lo suyo tal vez no haya sido solamente un acto de severa justicia, sino también de piedad. Porque este muchacho Griesa acaso haya estado alguna vez por acá o tal vez sepa, por algún hijo o alguna nieta que pasó por estas pampas con el propósito de gustar del mate y del dulce de leche, lo que le podría ocurrir al tipo que, con su papel casi moneda en la mano, se presentara a cobrar en ventanilla del Banco Nación. Porque que lo asalten al entrar o al salir del Banco es algo que puede ocurrir lo mismo aquí que en Shanghái; si alquiló un auto, tampoco es grave que un trapito le cobre un 50 o un 100 (dólar) por cuidárselo; si toma un taxi no es imposible que el tachero, al advertir que es un foráneo, a la hora de pagar se quede con el vuelto o le diga que la guita con la que pretende abonarle el viaje ya no corre y le asegure que ahora sólo valen los dólares o los euros. No, nada de eso es importante. Lo serio, el verdadero castigo por su atrevimiento de pretender cobrar, viene después. Primero, la cola en la ventanilla equivocada por la mala indicación de un ordenanza del Banco. Luego la cola verdadera, larga, larguísima, porque ahí cobran también los jubilados con la mínima y los afectados por la última inundación. Y finalmente, cuando llega a ponerse cara a cara con el cajero, el primer escupitajo moral. Porque, sin duda y luego de recibirle sus papeles, el cajero seguramente le dirá, con una sonrisa envuelta en odio: “Ajá, con que un buitre, ¿no?” Y luego de revisarle prolijamente los papeles y pedirle un sinfín de documentos y comprobantes, finalmente meneará la cabeza y dictaminará: “Si, está todo bien pero no es aquí. Vea (y acá hará un gesto como para desalentar al más pintado), va a tener que ir al segundo subsuelo, tercer pasillo, oficina 411, pero donde ahora no lo van a atender porque funciona en otro horario: de 8 a 9 de la mañana. Pero véngase a las 6, porque con esto del pago a los buitres como usted, se arman unas colas infernales. Ah –rematará cuando el hombre está por irse- ya pasó por la AFIP, ¿no? Porque si no tiene el OK de la AFIP no le van a pagar nada. ¿Y ya pasó por el Central? Por los dólares, ¿vio? Porque acá pagamos solamente en pesos. Ah, ¿trajo la declaración jurada? No me pregunte de qué, si el que viene a sacarnos la guita es usted. ¿O no? “Maestro –preguntó el reo de la cortada sin dejar de revolver su café con sacarina- ¿es cierto eso de que en los títulos argentinos hay una cláusula que dice que se pagarán el Día del Arquero?”elreohttp://www.blogger.com/profile/12469676389186694022noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5359727267008097359.post-74024365226885067982014-08-19T17:57:00.001-03:002014-08-19T17:57:14.485-03:00 Poema único Confieso que nunca en mi vida había escrito un poema. Pero esa tarde lo hice. Y cuento porqué. Ocurrió un domingo de primavera, una tarde soleada y cálida. Terminé de almorzar y decidí salir a caminar. Así fue como llegué, caminando por Rivadavia, hasta la Plaza de Mayo. Repito: era una tarde hermosa. Y la plaza estaba casi vacía. Me demoré unos minutos sentado en un banco, hasta que decidí pegar la vuelta. Pero ahora en subte. Bajé a la estación Plaza de Mayo, ingresé al andén, donde no había ni un alma y me metí en el primer vagón de una formación que ya estaba allí, esperándome. El vagón estaba vacío. Salvo el guarda, que era una mujer. Joven, morocha y bastante agraciada. Me senté en uno de los primeros asientos. Y no pude dejar de observarla. Porque su comportamiento era extraño. Abría la puerta del vagón y tocaba el pito, como hacen todos los guardas del subte. Pero entre estación y estación, no obstante la brevedad de cada recorrido, no permanecía junto a la puerta del vagón sino que se sentaba en el asiento más cercano. Y no sólo eso: asomaba la cabeza por la ventana. Como si desde allí, desde el túnel del subte, varios metros bajo tierra, pudiera verse otra cosa que paredes oscuras y sentirse algo más que el traquetear del tren sobe las vías. Entonces adiviné, supe de pronto qué le pasaba a aquella muchacha, guarda de subte, trabajando allí, en un túnel oscuro, una hermosa tarde de domingo y de primavera. Y así fue que cuando volví a casa, no me quedó otra que escribir esto. Que creo que es un poema. Y al que titulé de la única manera posible. LA EMPLEADA DEL SUBTE La empleada del subte quiere, / Que el tren suba a la superficie / Y vuele / Ver el mar y la Tierra / Y tomarse una foto con el tren / Cubierto de nieve. / Lo quiere volando hacia el sol / Sobre el bosque y la verde llanura / Con el viento en las sienes / Visitando estaciones que se llaman / Urano, Marte y Venus. / Dando vueltas en plazas repletas de chicos / Asomar un brazo por la ventanilla / Y sacar la sortija. / Lo quiere al tren repleto de flores / Que huela a rosas, jazmines y azahares / Y que las flores canten. / La empleada del subte sonríe / Sólo porque sueña. elreohttp://www.blogger.com/profile/12469676389186694022noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5359727267008097359.post-45527570228779036492014-08-02T14:52:00.001-03:002014-08-02T14:52:32.945-03:00 Circo criollo MUCHAS GRACIAS, FONDOS BUITRE Con un wing zurdo como el Kichi, fija que los germanos no nos ganaban la final del Mundial. Es que el tipo se ve que lo tiene todo: imaginación, inteligencia, audacia, juventud y viveza criolla. Porque si bien la señora también lo tiene casi todo, incluyendo calle, le falta, por un lado, conocimiento técnico y, por otra, la audacia propia de los pibes. Que saben que si la embarran hoy, les queda piola para zafar mañana. Porque, reconozcámoslo: acá se presentaba una situación fulera. Íbamos al default por culpa de los holdouts como res que, quieras que no, va de cabeza al matadero. ¿Qué hacer entonces? ¿Pagar? ¿Con qué? ¿De dónde? Está muy claro que no le quedaba otra que la que hizo: embarrar la cancha, decirles buitres cien veces por día, insultar al juez y fundar así una suerte de causa nacional. Algo así como Malvinas II, pero light, sin muertos ni heridos. Y además con un entretenimiento para expertos, pero llevado al nivel del tipo de barrio: ¿entramos o no en default? Cosa que la señora que hace las compras, el caballero que paga el gas y la luz, no repare o repare menos en los precios, en la inflación, en la desocupación y en todo lo que viene mal. Desde los tipos que duermen en la calle, hasta los que buscan el mango como manteros, cartoneros o trapitos. En la angustia cuando la nena va al boliche o el tembleque a la hora de volver a casa y entrar el auto al garaje. En resumen, no hay guerra pero como si la hubiera. Y todo por culpa de Estados Unidos, de su justicia, de ese juez al que ya no le funcionan las pilas y de esos buitres insaciables. Qué hay de raro entonces que el Kichi que, a pesar de sus pocos años, se ve que la sabe lunga, haya salido de su encuentro con el juez americano con los pulgares enhiestos. Es cierto, allí adentro, en el despacho del juez, se pudrió todo, pero afuera, en el país en el que ejerce como ministro y donde lo esperaba una presidenta angustiada por los días que aún le quedan en el sillón de Rivadavia, se abría un camino asfaltado y sin peajes. Y así se la vio a Cristina en su última presencia en TV: joven, pintada, elegante, dichosa, pronta a disputarle la pantalla a Susana Giménez, diciéndole adiós a las laringitis, los chichones y los golpes y abrazándose a un futuro que se presenta magnífico, hasta el punto que tal vez le alcance para designar a su sucesor. Y todo gracias a los inmundos buitres. Y al Kichi, desde ya, su ministro favorito. Como el reo de la cortada de San Ignacio estaba hablando solo y, además, con gesto entre enojado y furioso, un tipo se le acercó, preocupado, para preguntarle qué le pasaba. El reo lo estuvo mirando un largo rato antes de responderle y al fin le dijo: “Maestro, ¿usted vive aquí? ¿Y vio el aumento que nos acaban de dar a los jubilados que cobramos la mínima? ¿Si? Y entonces qué le extraña que hable solo, si después de 35 años de laburo me vengo a desayunar que lo que más me convenía, era estudiar para fondo buitre”. elreohttp://www.blogger.com/profile/12469676389186694022noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5359727267008097359.post-33265005766378828512014-07-28T17:41:00.001-03:002014-07-28T17:41:23.422-03:00GRAVES CIRCUNSTANCIAS Ciertos hechos, que se presentaron unos tras otros, le dieron la pista de que sus días sobre la Tierra estaban tocando a su fin. El primero fue este: comenzó a encontrar gente por la calle con la que intercambiaba aludos y buenos deseos, que le constaba que estaba muerta. Ya sea por haber leído los avisos fúnebres en el diario, por haber asistido a los velorios o por el hecho irrefutable de haber sido uno de los que empuñaron la manija del cajón. Y el segundo fue aún más extraño: se sorprendió frente al espejo grande del ropero, tratando inútilmente de hallarse para hacerse el nudo de la corbata. Él veía el espejo, el mueble, la habitación, sentía sus manos maniobrando sobre su propio cuello, bajo la barbilla, pero el espejo parecía no verlo a él y por lo mismo no lo reflejaba. Lo que le pareció un signo inequívoco de que el mundo, el tiempo, las cosas, se preparaban para proseguir sin contar con su presencia. Y por último el doctor Scalfaro, tras examinar el electrocardiograma que le había ordenado, le dijo con sencillez: “Vea amigo, si este electro se lo sacaron bien, usted debería estar muerto”. A partir de lo cual comenzó a mirar a su paciente con notoria desconfianza, como dando a entender que si su sospecha se confirmaba, iba a tener que derivarlo a otro profesional, ya que él sólo se ocupaba de las personas vivas. Cuando salió del consultorio sintió una intensa pesadumbre, no porque advirtiese que su fin estaba muy próximo, sino por los inconvenientes que esto iba a traer aparejados a su esposa. Todas las personas medianamente educadas saben de la vulgaridad que implica morirse y están preparadas para ello. Pero al verse frente al hecho irremediable reparó en la suma de problemas que representaría para ella. Tendría que ocuparse de pagar las cuentas, de hacer las compras, de acudir a las reuniones del consorcio. Aunque lo más dramático no sería nada de eso, sino que forzosamente tendría que hacerse cargo de su cadáver, esto es, un cuerpo muerto, pesado y molesto, del que debería desembarazarse de manera perentoria en 24 horas. En cuyo transcurso se vería desbordada por una cantidad de problemas: arreglos con la funeraria, amigos y parientes que se acercarían a darle el pésame, pasar una noche en vela y asistir a la ceremonia de la inhumación. En la que todos esperarían verla compungida y diciendo lo sola que habría de sentirse a partir de ese momento. Por eso, cuando ya estaba camino hacia su casa, sintió que debía detenerse en un bar para imaginar alguna alternativa a las graves circunstancias que habría de provocar por el mero hecho de morirse, tal vez de un infarto o de un ataque de presión. Vale decir, hallar una solución razonable y práctica al hecho de que, mientras para él todo habría acabado y finalmente yacería cómodamente acostado en el cajón, dos metros bajo tierra, dejaría a su esposa un verdadero incordio. Se le ocurrió entonces, mientras tomaba una gaseosa, que podría pagarle a alguno para que lo asesinase e hiciese desaparecer su cadáver. Pero en ese caso su mujer jamás tendría la certeza de que había muerto y hasta podría sospechar que se había escapado con una muchacha, lo que afectaría su autoestima y le daría pasto a sus amigas de canasta. Pensó luego en sacar un pasaje para Mar del Plata e internarse en las aguas del Atlántico, como Alfonsina. Pero también lo desechó, ya que dado lo poco que sabía nadar era muy posible que se ahogase a metros de la orilla y el cadáver apareciese de inmediato en la playa. Y, por añadidura, desagradablemente mojado. Sin haber hallado ninguna solución, se encaminó finalmente hacia su casa, donde llegó un poco más tarde que lo habitual. Ella estaba mirando televisión y le dijo, sin mirarlo, que tenía la comida en la heladera y que la pusiese a calentar en el microondas. Él pensó en dirigirse a la cocina, pero después se convenció de que no tenía sentido seguir ocultando a su mujer que sus días estaban contados. “Querida –le dijo sentándose junto a ella en el sofá- me voy a morir y, lo que es peor, no sé qué hacer con mi cadáver para que no te cause problemas”. Advirtió que ella, sin dejar de mirar la televisión, derramaba unas lágrimas. Él se conmovió y quiso consolarla, pero ella lo rechazó. “Es que se muere –le respondió señalando la pantalla- y se muere sin saber que él se acaba de estrellar con su jet en el desierto. Y que las últimas palabras que le escucharon los beduinos fueron: María, María de los Ángeles. ¿A vos te parece?” Él, en vez de dirigirse a la cocina fue hasta el dormitorio y se paró frente al espejo. Se movió de derecha a izquierda y de izquierda a derecha, pero el espejo no lo reflejó. Se encaminó entonces a la calle. Atravesó la sala donde su mujer se hallaba mirando televisión y, sin intentar distraerla, le hizo un leve gesto de despedida con la mano, que ella ignoró porque no cesaba de gemir. Una vez en la vereda eligió un rumbo cualquiera para echarse a caminar. Recorrió así un montón de cuadras sin tropezar con nadie, ni una persona ni un auto. Hasta que, por fin, divisó a alguien que venía en sentido contrario y al que reconoció como un vecino del barrio. Se preparó para saludarlo, levantó la mano, le sonrió, ya iba a decirle “buenas noches, ¿cómo está usted?” Pero no llegó a hacerlo. El otro, conforme lo reconoció, lanzó un grito de terror y salió corriendo hasta perderse en la primera esquina. elreohttp://www.blogger.com/profile/12469676389186694022noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5359727267008097359.post-14094843590903484482014-07-24T18:17:00.001-03:002014-07-24T18:17:17.964-03:00Circo criollo CÓMO HACER PARA QUE SE CALLE Es triste, pero es así: sólo la medicina puede salvar al partido K, al relato, a la Cámpora y a los millones de seguidores del actual modelo, de una pronta, segura y hasta jocosa extinción. Porque no es que la señora Presidenta haya sido, en algún momento, un dechado de sabiduría, ni que se bebiera de su boca, como de la de Ciceron y otros grandes de la palabra. No, no se trata de eso. Pero lo que se advierte hoy, tal vez a causa del paso de los años, de la sorpresiva llegada de la abuelidad (que suele venir con cierta chochera) o del cansancio propio de tan largo ejercicio del cargo, es que no hace más que meter las de andar cada vez que abre la boca. Como pasara recientemente, en ocasión de la tardía renovación de los trenes del Sarmiento. Cuando no se le ocurrió nada mejor que asociara los tipos que en los viejos vagones viajaban como cerdos, arriesgando sus vidas, aferrados a las puertas abiertas porque adentro ya no cabía ni un alfiler, con tipos que lo hacían por gusto, al solo efecto de refrescarse. Lo que hizo que los deudos de la tragedia de Once se enfermaran de bronca. Y tampoco anduvo bien encaminada, hay que admitirlo aunque duela, cuando aseveró que la Argentina ya había pagado las deudas que tenía con los acreedores, lo que debe haber desconcertado no sólo al juez Griesa y a los mismísimos buitres, sino también a los criollos que se encontraban, en ese mismo momento, negociando en Nueva York para que el país no llegara al default. Lamentablemente el único recurso que se ha mostrado, hasta ahora, capaz de frenar ese caudaloso apego por la afirmación disparatosa, por el dislate, por la ocurrencia alocada, es el malestar físico, ya sea debido a un mal golpe o a alguna dolencia. Pero en cuanto se libera de ese contratiempo, la ponen frente a un micrófono y la rodean sus fieles aplaudidores, ahí mismo se desata y embiste sobre el sentido común como el Quijote contra los molinos de viento. En consecuencia y dado que a alguien que ha llegado al lugar que ella ocupa, no se le puede andar escondiendo los micrófonos, ni basta para que no hable con decirle que lo que está inaugurando, es la tercera vez que lo hace, no queda otra que recurrir a la medicina y a los médicos. A los que tal vez prometiéndoles que algún día una calle llevará sus nombres o pasándoles el celular de Viki Xipolitakis, se logre que la tengan permanentemente convencida, al menos hasta que le toque entregar el sillón, que padece algún mal que requiere, para curarse, de un largo, larguísimo silencio y de una nula presencia ante las cámaras. Con lo que acaso lograse llegar al fin de su mandato sin incurrir en nuevos y desconcertantes bloopers televisivos. El reo de la cortada de San Ignacio estaba indignado. “¿Cómo se les ocurre –dijo- mandar a negociar con el viejo ese y con los buitres, a un tipo al que le dicen “el soviético” porque no usa corbata?” “¿Y usted a quién hubiera mandado, maestro?”, le preguntó uno. Y el reo respondió con autoridad: “¿Yo? A un jubilado con la mínima. Fija que si les dice lo que gana los buitres se ponen a llorar, terminan allí mismo el pleito y hasta le ponen unos dólares en el bolsillo para que no se vuelva caminando”. elreohttp://www.blogger.com/profile/12469676389186694022noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5359727267008097359.post-44532061680516209372014-07-15T09:39:00.001-03:002014-07-15T09:39:26.882-03:00 Circo criollo CAMPEONES DE ENTRECASA Tal vez haya servicios públicos que no funcionen muy bien, como el eléctrico, el telefónico, las aguas corrientes, la seguridad, la Justicia, el control fronterizo y algunas pocas cosas más. Pero es indudable que los servicios de inteligencia son de diez. Y sino que lo diga un episodio reciente y que ha tocado muy de cerca y muy fuerte a casi todos los argentinos: el match entre la selección criolla y la germana. El que ganaba se convertía nada menos que en campeón mundial de fútbol, una distinción que no se le daba al once argentino, y por ende al país, desde aquel lejano 1986 en México, cuando los destinos de la patria aún no los dirigía un K, sino el doctor Alfonsín. Y en Brasil teníamos todas las de ganar. El apoyo de un pueblo (aunque no precisamente del brasileño), el mejor delantero del mundo, la hinchada más glamorosa (no, tampoco la brasileña), el mejor atajador de penales y el DT más petiso. Vale decir que teníamos todo para campeonar, pero perdimos. Y acá es donde debe señalarse y celebrarse el éxito de los servicios de inteligencia criollos. Porque y aquí viene la razón del elogio, si estaba la presidenta del país anfitrión, esto es, la simpática Dilma Rousseff; si estaba también la primera ministra alemana, la no menos agradable Angela Merkel, ¿por qué entonces no estuvo también allí Cristina Kirchner? La excusa: porque recibía al bueno del premier ruso, Vladimir Putin. Un macanazo grande como un rancho, porque ¿qué hizo Vladimir luego de su sustanciosa charla con la Señora, en la que cambiaron el destino del mundo? Pues se subió al avión y le ordenó al piloto: Rápido pibe, a Río, que quiero ver la final del Mundial. Por lo que poco le hubiera costado a la Señora decirle a Vladimir: ¿Me llevás, rubio? A lo que el ruso no sólo no se hubiera podido negar, sino que habría agarrado con los ojos inyectados en sangre ante la sola posibilidad de compartir el viaje con la Señora. Aunque para ello debiera dejar en tierra a alguno de los colados que llevaba a bordo. Por eso, la verdad es otra. Los servicios de inteligencia nativos le desaconsejaron que se hiciera presente en la final, porque sabían, a ciencia cierta, que el equipo criollo perdería irremediablemente, como le ocurrió. Y ya se sabe de la fragilidad de la salud de la Señora: no hubiera resistido esa circunstancia desfavorable y menos aún que Dilma y Angela la cargaran como sin duda lo hubieran hecho. Y lo mismo puede decirse del acto que esa misma noche se llevó a cabo en la 9 de Julio para celebrar a los perdidosos. Los servis ya sabían cómo habría de terminar la cosa: con gases, piedrazos, choreo a discreción y algunos tipos en cana, por lo que también le desaconsejaron que se hiciera presente. O que, si quería que alguien del gobierno estuviera allí, lo enviara a Amado Boudou, vice aún en ejercicio, muy popular en las villas y a quien, hay que admitirlo, importa poco si le dan con un baldosón en el mate. Por eso es que, finalmente, el encuentro entre la señora y la Selección perdidosa se produjo en un sitio apartado y discreto, la sede de la AFA en Ezeiza, al que ella también pudo llegar en su aéreo de preferencia y sin tener que soportar el incordio de las multitudes enfervorizadas con los jugadores y no con ella. Habló, los elogió en nombre del pueblo argentino, los muchachos hicieron como que le creían, agradecieron el gesto y todo terminó de la mejor manera. Los jugadores como si ese encuentro les aliviara el sufrimiento de haber perdido la copa y la Señora como si haber salido segundos fuese para ella lo mismo que si hubieran campeonado. “Mire maestro –dijo el reo de la cortada de San Ignacio- estos de ahora se dicen peronistas pero en realidad son unos giles. ¿Usted se acuerda que ni en el 50 ni en el 54 los criollos fuimos a los campeonatos mundiales de futbol? Si, no estuvimos ni en Rio, donde ganaron los yoruguas, ni en Suiza, donde ganaron los boches del oeste. ¿Y se acuerda quién gobernaba en aquellos años? ¡El Pocho, maestro, el Pocho! Porque para ser campeones mundiales, pero campeones de verdad, como éramos entonces, lo mejor es quedarse en casa. ¿O no?” elreohttp://www.blogger.com/profile/12469676389186694022noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5359727267008097359.post-80722637932732046302014-07-12T21:03:00.001-03:002014-07-12T21:03:07.891-03:00TODA UNA VIDA Gente con muchos velorios sobre sus espaldas daba fe de que jamás había visto un viudo tan compungido como el profesor Fossa. No quiso despegarse ni un minuto del cajón y sus lágrimas, a juicio de los más escépticos y suspicaces, eran auténticas. “No me pareció que la quisiera tanto –comentó una vecina-. Pero –concluyó filosóficamente- así es la vida”. Tras la muerte de su mujer el profesor Fossa pareció perdido. Estuvo varios días sin salir de su departamento y la encargada más de una vez lo llamó por el portero eléctrico con cualquier pretexto, para saber si seguía vivo. Al fin un día salió, pero no para ir a la Facultad, a la que no volvió, ni para asistir a los programas de televisión de los que era habitué. Se lo vió caminar solo y apesadumbrado por el barrio o sentarse por horas en un banco de la plaza, con la vista fija en el horizonte. Cuando alguien le quería hablar respondía con educación, pero enseguida hallaba un pretexto para marcharse. También cortó su relación con una alumna joven. “No sé qué le pasó –comentó ella en el café de la Facultad-. Si siempre me dijo que era una vieja insufrible”. La mujer que le limpiaba el departamento trajo noticias frescas. “Se está horas sentado en un sillón con un libro en la falda. A veces me pregunta: ¿le hace falta algo? ¡Pobrecito! Está buscando que lo mande a algún lado como hacía la finada”. Un colega que lo halló en la cola de un banco, sentenció doctoralmente que se hallaba en “un estado de confusión o perplejidad” normal, a su juicio, después de tantos años de matrimonio. A mi esa explicación no me cerró nunca, Como discípulo dilecto del profesor Fossa y después de haber estado muchas veces en su casa, sabía que la relación entre ellos se reducía al “hola”, “chau”, “¿querés café?”, “no me pises la alfombra con los zapatos sucios”, “¿llamó alguien?” y “andá a comprar el pan que ya puse el bife en la plancha”. Ella conocía bien la doble vida de su marido y si alguna vez eso le dio bronca, había terminado por aceptarlo, hasta serle indiferente. Jamás la vi en una conferencia del profesor ni estaba tampoco cuando recibía un premio. Él viajaba solo al exterior, salvo cuando decidían ir a ver al hijo a Estados Unidos. A la vuelta, todo volvía a ser como antes. Una tarde lo descubrí al profesor Fossa en un bar, muy lejos de su casa. Estaba sentado junto a la ventana, solo, frente a un café y un vaso de whisky. Como al cruzarnos las miradas hizo un gesto de reconocimiento, me animé, entré y me senté a su mesa. Después de un saludo banal siguió un largo silencio. Al cabo y tras apurar lo que le quedaba en el vaso, llamó al mozo y, sin consultarme, pidió dos whiskys más. Entonces, después de un primer trago, sin mirarme, fijando la vista a veces en el vaso y otras en la calle, habló. “No sabía que estuviera enferma. Nunca me lo dijo. Para mí no era mucho más que la persona a la que, sin verla, le dirigía el “hasta luego” cuando salía o el “hola, qué tal”, cuando entraba a casa. La que me tenía limpias las camisas y me preparaba las valijas cuando me iba de viaje. La que me dejaba anotado quién me había llamado y la que me hacía deslizar sobre patines cuando enceraba. A veces, pero muy pocas veces, cuando estaba solo y lejos, me decía a mí mismo que era una situación absurda, que ella lo debía sentir como una gran injusticia, que tal vez me odiara. Y me prometía que, al regreso, iba a tratar de tender un puente con ella, para que descargara de una vez todo lo que había acumulado contra mí. Pero después no encontraba la forma de hacerlo. Nos poníamos a comer y yo me decía: le hablo después de la sopa; no, para después de la carne, de la fruta y finalmente del café. Pero cuando llegaba el café ella se levantaba a lavar los platos y mi propósito quedaba en nada una vez más. “Así pasaron los años hasta que un día, no hace mucho, cayó enferma. Primero no me preocupé y seguí haciendo mi vida, como siempre, pero cuando el médico me advirtió de su estado comprendí que ya no había más tiempo, suspendí todo y me propuse quedarme junto a la cama, hasta que se presentara el momento de decirnos todo lo que nos habíamos callado durante una vida. Pero fue justo cuando le había tomado una mano, me la había apoyado sobre el pecho y estaba a punto de animarla a que me dijera lo que sentía, que le sobrevino un estertor y cayó en coma. Llamé al médico y le reclamé a gritos que la reanimara. Me calmó y me dijo que esperara, que a veces se recuperan. Y así lo hice, me quedé allí pendiente de su respiración horas y horas. No sé cuántas habrán pasado, si era de tarde o de noche. Sólo sé que de pronto esas aspiraciones profundas y dolorosas se interrumpieron, movió la cabeza, la giró hacia mí y abrió, primero un ojo y luego el otro, me miró fijo un tiempo que me pareció una eternidad y movió la boca, como si quisiera decirme algo. ¡Qué! ¡Qué!, le grité desesperado. Entonces, con un hilo apenas de voz, pero con extraordinaria claridad, me dijo: “No te olvides de sacar la basura”. Eso fue todo lo que me dijo, ¿comprende? Todo. Y de inmediato expiró. El profesor Fossa calló, dirigió una mirada al vaso, vio que estaba vacío, llamó al mozo y pidió otro whisky, uno solo. Comprendí el mensaje, me levanté, lo saludé de pie, me puse a sus órdenes, él no me respondió nada, me miró con indiferencia y me fui. No volví a verlo.elreohttp://www.blogger.com/profile/12469676389186694022noreply@blogger.com0