sábado, 13 de julio de 2013

Circo criollo EL ESPÍA DE LA MALA SUERTE Por fin se ha revelado la verdadera razón por la que la señora presidenta ha insistido y gastado tanto en desalojar, de la proximidad de la Rosada, la estatua de Cristóbal Colón. La clave de esta decisión acaba de surgir de otra medida, casi tan enigmática como la anterior y que tiene que ver con la histórica Plaza de Mayo: ya no se puede transitar por sus alrededores como se hacía antaño; ha sido vallada y tiene custodia permanente, de modo que ya no circulan por allí ni los bondis ni los autos particulares, salvo que quieran exponerse a una balacera. Por lo que ahora sí, uniendo estas dos sabias decisiones, se puede llegar finalmente a la verdad: la Señora decidió el desalojo del Gran Almirante porque estaba convencida de que éste la espiaba. Una sensación que se ha visto agravada, y con toda razón, por una información proveniente del exterior que confirma lo que ya se sospechaba: que el gobierno argentino, desde la cabeza hasta el último perejil, eran espiados por el servicio secreto norteamericano. Por lo que la Señora, para resguardar a la Nación, decidió poner en marcha un plan revolucionario destinado a burlar a los servicios de inteligencia de los yanquis. Los que, como lo ha revelado este muchacho Snowden (hoy a salvo en Rusia, Cuba o vaya a saber dónde), actuaban y seguramente actúan aún, interceptando las ondas electromagnéticas. Por lo que no hay teléfono común, o celular, laptop, iPad o lo que sea, que no caiga bajo la atenta vigilancia de estos espías del Siglo XXII. En consecuencia, ¿qué resolvió la Señora? Pues algo tan genial como inesperado. De aquí en adelante todos los miembros del staff de su gobierno que se comuniquen con ella o entre sí, lo harán exclusivamente mediante señas, en el lenguaje de los sordomudos. Por lo que ya mismo los funcios están tomando lecciones de la señorita que, cuando Ella habla por TV, traduce sus discursos para que también los entiendan los sordos, o al menos los que son tan duros de oído como fanáticos de sus exposiciones. Pero esta historia no terminaría aquí. Por lo que se ha sabido este muchacho Snowden querría, en realidad, regresar a los Estados Unidos y hasta se sentiría feliz si le dijeran que, como castigo, le van a aplicar la picana o lo van a apretar con tenazas allí donde más le duele a los varones. Nada de eso le importaría, así lo mantengan despierto 180 horas, como a los cómplices del 22S, haciéndole escuchar sin descanso a Feliciano Brunelli en discos rayados de 78 rpm. A lo que teme, de verdad, es a que lo repongan en su puesto de espía cibernético. Y la razón es una sola y tiene que ver, ¡cuándo no!, con la Argentina. Ya que habría sido a partir de una escucha hecha en la Rosada que decidió largar todo, confesar al mundo los alcances del sistema de espionaje yanqui y mandarse mudar a Rusia. Aunque igual lo hubiera hecho si el asilo se lo concedían Mongolia Exterior o Burkina Faso. Y acaso tenga razón. Porque, según él, después de muchísimos intentos, de pasarse horas y horas prendido a su complicadísimo aparataje cibernético, consiguió conectar a la Rosada y, allí, capturar una conversación en el teléfono de Presidencia. Y entonces, cuando le parecía que había llegado al top de su carrera de espía y que se merecía que, por lo menos, le igualaran su ingreso con el de Messi, esto fue lo que escuchó, a las 7.30 de la tarde, hora de Buenos Aires: “Hola, si, hablo yo. ¿Y quién iba a ser? ¿Mandrake? Si, ya voy para allá. Si, decime, ¿qué tenemos para morfar esta noche? ¿Qué? ¿Otra vez milanesas? ¡No! Sigan así y les juro que les mando unos pibes de la Cámpora para que les enseñen a hacer otra cosa. Bueno, está bien, poneme con Máximo que quiero decirle algo. ¿Qué? ¿A esta hora y todavía está durmiendo? ¡Esperá que yo llegue allá y ya va a saber este zángano lo que es bueno!” Bien, según lo dicho por este muchacho Snowden, esta fue la última conversación que interceptó y la que lo decidió a dejar todo, a abandonar profesión, carrera, país, lo que fuera y además, denunciar a los Estados Unidos por meterse a espiar a todo el mundo. “Era eso, dijo a los íntimos, o cortarme las venas con un pendrive”. “El mozo hizo bien -dijo el reo de la cortada mientras dejaba su copita de ginebra, ya vacía, sobe la mesa-. ¿Sabe qué aburrido debe ser espiar al gobierno argentino? Por eso, si me pagaran por espiar, yo agarro, pero elijo a Victoria Donda y a Carolina Pelleriti”.

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