martes, 15 de julio de 2014

Circo criollo CAMPEONES DE ENTRECASA Tal vez haya servicios públicos que no funcionen muy bien, como el eléctrico, el telefónico, las aguas corrientes, la seguridad, la Justicia, el control fronterizo y algunas pocas cosas más. Pero es indudable que los servicios de inteligencia son de diez. Y sino que lo diga un episodio reciente y que ha tocado muy de cerca y muy fuerte a casi todos los argentinos: el match entre la selección criolla y la germana. El que ganaba se convertía nada menos que en campeón mundial de fútbol, una distinción que no se le daba al once argentino, y por ende al país, desde aquel lejano 1986 en México, cuando los destinos de la patria aún no los dirigía un K, sino el doctor Alfonsín. Y en Brasil teníamos todas las de ganar. El apoyo de un pueblo (aunque no precisamente del brasileño), el mejor delantero del mundo, la hinchada más glamorosa (no, tampoco la brasileña), el mejor atajador de penales y el DT más petiso. Vale decir que teníamos todo para campeonar, pero perdimos. Y acá es donde debe señalarse y celebrarse el éxito de los servicios de inteligencia criollos. Porque y aquí viene la razón del elogio, si estaba la presidenta del país anfitrión, esto es, la simpática Dilma Rousseff; si estaba también la primera ministra alemana, la no menos agradable Angela Merkel, ¿por qué entonces no estuvo también allí Cristina Kirchner? La excusa: porque recibía al bueno del premier ruso, Vladimir Putin. Un macanazo grande como un rancho, porque ¿qué hizo Vladimir luego de su sustanciosa charla con la Señora, en la que cambiaron el destino del mundo? Pues se subió al avión y le ordenó al piloto: Rápido pibe, a Río, que quiero ver la final del Mundial. Por lo que poco le hubiera costado a la Señora decirle a Vladimir: ¿Me llevás, rubio? A lo que el ruso no sólo no se hubiera podido negar, sino que habría agarrado con los ojos inyectados en sangre ante la sola posibilidad de compartir el viaje con la Señora. Aunque para ello debiera dejar en tierra a alguno de los colados que llevaba a bordo. Por eso, la verdad es otra. Los servicios de inteligencia nativos le desaconsejaron que se hiciera presente en la final, porque sabían, a ciencia cierta, que el equipo criollo perdería irremediablemente, como le ocurrió. Y ya se sabe de la fragilidad de la salud de la Señora: no hubiera resistido esa circunstancia desfavorable y menos aún que Dilma y Angela la cargaran como sin duda lo hubieran hecho. Y lo mismo puede decirse del acto que esa misma noche se llevó a cabo en la 9 de Julio para celebrar a los perdidosos. Los servis ya sabían cómo habría de terminar la cosa: con gases, piedrazos, choreo a discreción y algunos tipos en cana, por lo que también le desaconsejaron que se hiciera presente. O que, si quería que alguien del gobierno estuviera allí, lo enviara a Amado Boudou, vice aún en ejercicio, muy popular en las villas y a quien, hay que admitirlo, importa poco si le dan con un baldosón en el mate. Por eso es que, finalmente, el encuentro entre la señora y la Selección perdidosa se produjo en un sitio apartado y discreto, la sede de la AFA en Ezeiza, al que ella también pudo llegar en su aéreo de preferencia y sin tener que soportar el incordio de las multitudes enfervorizadas con los jugadores y no con ella. Habló, los elogió en nombre del pueblo argentino, los muchachos hicieron como que le creían, agradecieron el gesto y todo terminó de la mejor manera. Los jugadores como si ese encuentro les aliviara el sufrimiento de haber perdido la copa y la Señora como si haber salido segundos fuese para ella lo mismo que si hubieran campeonado. “Mire maestro –dijo el reo de la cortada de San Ignacio- estos de ahora se dicen peronistas pero en realidad son unos giles. ¿Usted se acuerda que ni en el 50 ni en el 54 los criollos fuimos a los campeonatos mundiales de futbol? Si, no estuvimos ni en Rio, donde ganaron los yoruguas, ni en Suiza, donde ganaron los boches del oeste. ¿Y se acuerda quién gobernaba en aquellos años? ¡El Pocho, maestro, el Pocho! Porque para ser campeones mundiales, pero campeones de verdad, como éramos entonces, lo mejor es quedarse en casa. ¿O no?”

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