martes, 14 de mayo de 2013

Circo criollo LA VERDAD QUE NADIE QUIERE VER Acaso el problema mayor que experimenten los argentinos sea que se sobrestiman, del mismo modo que subestiman al resto de la Humanidad. Los únicos vivos (o mejor piolas, en el lenguaje de la calle), son los argentinos y, más que éstos, los porteños. Sin embargo y contradiciendo esa supuesta viveza, la mayoría de estos piolas, ranas o ranunes, como suelen denominarse a sí mismos estos sudamericanos agrandados, hoy se quejan y tratan de la peor manera a los adversarios del gobierno porque, casi en vísperas de las próximas elecciones de medio tiempo, no se han unido perdiéndose así la ocasión de derrotarlo. Pero además esta misma perspectiva nefasta y por los mismos motivos, se proyecta sobre las presidenciales del 2015, por lo que es más que seguro que la actual presidenta conseguirá hacer modificar la Constitución Nacional, lo que la habilitará a presentarse para optar por un tercer mandato. Que, como pintan actualmente las cosas, lo tendrá servido en bandeja. Pero como puede deducirlo hasta el menos ducho de los politicólogos de café, este modo de pensar expresa cualquier cosa menos la viveza y la agudeza que los argentinos se adjudican a si mismos. Porque de lo que en verdad se trata, en lo que a la oposición se refiere, es del miedo cerval que aqueja a sus dirigentes. El que no tiene que ver con el temor a caer bajo las balas de un sicario o de ser perseguido por la AFIP y perder todo lo acumulado en una vida de trabajo y sacrificios. Nada de eso: a lo que temen es, precisamente, a tener éxito, a triunfar en estas elecciones y en las próximas y verse, al día siguiente de la victoria final, en el 2015, con el bastón de mando en una mano y la bandera argentina en bandolera sobre su pilcha oscura flamante y adquirida en cuotas, con la obligación de poner el país en orden. Porque, digámoslo de una vez: ¿quién es el macho que hoy puede hacerse cargo del gobierno? Lo que significaría, entre otro montón de cosas, saber de qué manera va a enderezar las cuentas fiscales, cómo va a superar la superchería inflacionaria, cómo hará para recuperará el crédito internacional y el autoabastecimiento energético, como eliminará o atenuará los subsidios, de qué forma podrá devolverle la guita a la Anses, cómo se las arreglará para estabilizar la moneda, qué artilugios empleará para parar la inseguridad, cómo hará para convencer a los criollos de que trabajar es bueno para el país y para la salud y cómo también, para que entiendan que los súper feriados no son gratis, que los pesos deben ser tan buenos como los dólares y que, siendo funcionario, coimear o quedarse con los vueltos deje de ser negocio para volver a convertirse en delito. Sabiendo, como se sabe, que no sólo harán cola para morderlo los kirchneristas, los sindicalistas y los camporistas desplazados (con viejos sueños de metralla), sino que también le tocará luchar con los comerciantes truchos de la mantita en la vereda, las “saladitas”, los chorros con patente de corso, los empresarios que han vivido del “vamo y vamo”, con los funcios y con los ex funcios con bóveda acorazada propia y con suficiente poder de fuego como para comprar jueces, policías y barrabravas. Y como si esto fuera poco, hasta tendrán que enfrentarse con los fondos buitre, lo que implica, entre otros bochornos, que el buque escuela tenga finalmente que hacer su viaje de instrucción no mucho más allá de los lagos de Palermo. Por eso los criollos se equivocan. No es que los políticos no se pongan de acuerdo y que la oposición sea un revuelto Gramajo, que lo es. Lo que ocurre y con toda la razón del mundo, es que nadie quiere agarrar, porque sabe que de hacerlo en estas condiciones van al muere, al bochorno y hasta a la lapidación si la cosa se pone muy fulera. Por eso, antes que arriesgar compitiendo unidos por el próximo mandato, se ilusionan con que la solución venga sola. Tal vez cuando el dólar llegue a mil, los flamantes CEDIN tengan el valor del papel higiénico y un día el helicóptero presidencial arranque en Olivos pero no para aterrizar en la Rosada, sino para ir a hacerlo vaya a saber dónde. “Le confieso, maestro –dijo el reo de la cortada- que a mi también me gustaría tener una bóveda como la de los K”. “No sabía que tuviera tanta guita”, se sorprendió un tipo que lo había escuchado. “No –se apresuró a responderle el reo- no tengo un mango partido por la mitad. Pero me gustaría tener una bóveda para darme dique y también para ver si alguna mina me da bolilla”.

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