sábado, 2 de agosto de 2014

Circo criollo MUCHAS GRACIAS, FONDOS BUITRE Con un wing zurdo como el Kichi, fija que los germanos no nos ganaban la final del Mundial. Es que el tipo se ve que lo tiene todo: imaginación, inteligencia, audacia, juventud y viveza criolla. Porque si bien la señora también lo tiene casi todo, incluyendo calle, le falta, por un lado, conocimiento técnico y, por otra, la audacia propia de los pibes. Que saben que si la embarran hoy, les queda piola para zafar mañana. Porque, reconozcámoslo: acá se presentaba una situación fulera. Íbamos al default por culpa de los holdouts como res que, quieras que no, va de cabeza al matadero. ¿Qué hacer entonces? ¿Pagar? ¿Con qué? ¿De dónde? Está muy claro que no le quedaba otra que la que hizo: embarrar la cancha, decirles buitres cien veces por día, insultar al juez y fundar así una suerte de causa nacional. Algo así como Malvinas II, pero light, sin muertos ni heridos. Y además con un entretenimiento para expertos, pero llevado al nivel del tipo de barrio: ¿entramos o no en default? Cosa que la señora que hace las compras, el caballero que paga el gas y la luz, no repare o repare menos en los precios, en la inflación, en la desocupación y en todo lo que viene mal. Desde los tipos que duermen en la calle, hasta los que buscan el mango como manteros, cartoneros o trapitos. En la angustia cuando la nena va al boliche o el tembleque a la hora de volver a casa y entrar el auto al garaje. En resumen, no hay guerra pero como si la hubiera. Y todo por culpa de Estados Unidos, de su justicia, de ese juez al que ya no le funcionan las pilas y de esos buitres insaciables. Qué hay de raro entonces que el Kichi que, a pesar de sus pocos años, se ve que la sabe lunga, haya salido de su encuentro con el juez americano con los pulgares enhiestos. Es cierto, allí adentro, en el despacho del juez, se pudrió todo, pero afuera, en el país en el que ejerce como ministro y donde lo esperaba una presidenta angustiada por los días que aún le quedan en el sillón de Rivadavia, se abría un camino asfaltado y sin peajes. Y así se la vio a Cristina en su última presencia en TV: joven, pintada, elegante, dichosa, pronta a disputarle la pantalla a Susana Giménez, diciéndole adiós a las laringitis, los chichones y los golpes y abrazándose a un futuro que se presenta magnífico, hasta el punto que tal vez le alcance para designar a su sucesor. Y todo gracias a los inmundos buitres. Y al Kichi, desde ya, su ministro favorito. Como el reo de la cortada de San Ignacio estaba hablando solo y, además, con gesto entre enojado y furioso, un tipo se le acercó, preocupado, para preguntarle qué le pasaba. El reo lo estuvo mirando un largo rato antes de responderle y al fin le dijo: “Maestro, ¿usted vive aquí? ¿Y vio el aumento que nos acaban de dar a los jubilados que cobramos la mínima? ¿Si? Y entonces qué le extraña que hable solo, si después de 35 años de laburo me vengo a desayunar que lo que más me convenía, era estudiar para fondo buitre”.

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