miércoles, 18 de junio de 2014

Circo criollo LOS BUITRES, ESOS PAJARITOS TAN OPORTUNOS La negociación argentina por su deuda impaga acaba de sufrir un fuerte revés, hasta el punto que la presidenta se vio obligada a dirigir un mensaje al público en el que no insertó ninguna chanza, casi no titubeó y, además, ni siquiera fue aplaudida por sus ministros y los chicos de la Cámpora. Lo que se debió a que la única presencia humana durante su transcurso, aparte de ella misma, fue la de la que traduce sus palabras para que también las entiendan los sordos. O sea que tampoco éstos se salvaron de conmoverse y hasta de asustarse, pensando en las calamidades que sobrevendrán después de este durísimo relato. Y, desde ya, quienes la vieron por TV –algunos en el flamante súper LED comprado para ver cosas más gratas, como los partidos del Mundial- también habrán tenido ocasión de asustarse ante la que se viene, como de asombrarse por la falta de calle de la Señora. Porque, en efecto, sólo a alguien que carece de esa cualidad fundamental para ejercer cualquier cargo, al menos aquí, en la Argentina, se le puede ocurrir lamentarse de la pertinacia de los acreedores, ahora también justificados y envalentonados por la Corte de los Estados Unidos, e insistir en llamarlos “fondos buitre”. Con lo que no se hace más que encolerizarlos hasta el paroxismo y alentarlos en sus propósitos de venganza y retribución forzosa, sin importarles un rábano la suerte de los argentinos. Cuando, tal vez, con el simple y simpático recurso de mencionarlos como “blancas palomitas” o “pichoncitos juguetones”, se hubiera logrado un planteo menos exigente por parte de estos muchachos. Es decir, si se empieza por insultarlos y son ellos y no nosotros los que tienen la vaca atada y al simpático juez Griesa a su favor, no hay que extrañarse de que reaccionen como forajidos. Pero si bien les jeux sont faits, como parece que dicen los franceses después de un par de copas de ajenjo, no todo está perdido, ya que también en las situaciones adversas suele presentarse una oportunidad. Y esta, para el Gobierno, es más que clara. Porque dada la gravedad de la situación externa por la que atraviesa y atravesará la Argentina, a causa de los millones que ha dejado de pagar, ¿alguien puede afirmar que la opinión pública se seguirá ocupando de un caso tan diminuto como el de Amado Boudou? ¿Y que este olvido no alcanzará también al ex secretario de Transportes? ¿Y al compañero Báez? ¿Y al otro compañero, el llamado Cristóbal López? Y chau también al caso del fiscal Campagnoli, ya que al lado del problema que nos plantean los tenedores de deuda criolla impaga nada, ni siquiera las bóvedas llenas de dólares, las cuentas en Suiza, en Panamá y en las Seychelles tienen punto de comparación. Por lo que hasta cabe preguntarse si no habrá habido algún diego y hasta alguna moneda más, para que este escándalo explote justamente en este momento, cuando parecía que, finalmente, en la Argentina, al menos una vez, se haría justicia y los sorprendidos con las manos en la lata dejarían sus deptos de cientos de miles de dólares y sus autos de valor extravagante para dormir, siquiera por unos días, en la sórdida gayola. “Seguro –afirmó el reo de la cortada de San Ignacio, mientras apuraba su ginebra-. Y le diré más, maestro. Cualquier día de estos lo tenemos al simpático ese de Griesa, el juez yanqui, tomándose unas vacaciones con la patrona, si tiene, o con la mina de Hollywood que se le antoje. Porque el hombre tiene pinta de jubilado criollo con la mínima. Pero para mí que, con la guita que va a agarrar, se plancha la cara y capaz que hasta le afana la patrona al Brad Pitt ese”. “Pero jefe –le respondieron- ¿usted no cree que el juez yanqui puede ser un tipo honesto?” El reo lo pensó un momento y al fin respondió: “Si, puede ser, por qué no. Pero entonces es un gilaso de novela”.

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